EN BLANCO
Educación paleolítica
COMO VUELVEN en primavera las oscuras golondrinas de Bécquer, vuelve en diciembre el informe del Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos de la OCDE (Pisa), que analiza el nivel de capacidades y conocimientos de los jóvenes que cursan enseñanza secundaria. El informe se extiende a cincuenta países países, incluidos todos los pertenecientes a la OCDE, y no trae buenas noticias para España. ¿Cuáles son realmente los talones de Aquiles de la enseñanza secundaria?: los mismos que lastran la enseñanza universitaria. Los conocimientos científicos de estos escolares están cogidos con alfileres y la comprensión y el uso del lenguaje de los alumnos españoles son también muy bajos. Obviamente, las razones de este fracaso escolar, con los cientos de excepciones que se quieran de profesores magníficos que dejan cada día la piel en su trabajo y son ciertamente excelentes modelos para sus alumnos, son muy complejas: gasto insuficiente dedicado a la educación secundaria por parte de las administraciones sin olvidar que países de gastos similares obtienen rendimientos muy distintos; la organización de la enseñanza; el número de alumnos por grupo; los contenidos y los métodos de trabajo heredados de Atapuerca; y el escaso reconocimiento de los profesores por las familias y por la sociedad. Y el eterno caballo de batalla: ¿dónde están esos breves, profundos, claros y sublimes libros de texto que contagien sabiduría y entusiasmo? De momento, no hay libros breves: a las editoriales les conviene que sean tochos voluminosos para justificar que el precio sea alto. Los latinos decían: no muchos temas, pero sí con intensidad: «Non multa, sed multum».