Tempestades

DICEN en mi pueblo que quien siembra truenos, recoge tempestades. Pero hay quien siembra truenos para que los demás cosechen las tempestades. Esto es lo que ha sucedido con la legislatura de la crispación, esa legislatura «dura y ruda», en palabras testamentarias de Manuel Marín, que concluye a primeros de año. Veremos lo que pasa en marzo. El caso Campano, alcalde de Vega de Infanzones por el Partido Popular, es una de esas tempestades encendidas al albur de los truenos minuciosamente sembrados por los líderes de su partido a lo largo de los últimos cuatro años. Según la lógica de Campano, ¿cuántas muertes por terrorismo habría que atribuir a cada uno de los presidentes de la democracia? Según la lógica de Campano, hasta Franco sería el culpable de la muerte de Carrero Blanco (¡!). Realmente obsceno, señor edil. El PP, desde el cuartel general de la calle Génova, ha desautorizado a Campano, que, a tantos kilómetros de Madrid, no se había percatado de las nuevas consignas políticas para afrontar la campaña electoral. Mariano Rajoy se ha desmarcado después de tres largos años de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, organización que no ha dejado de salir a la calle en nombre de las víctimas cuando no había atentados y que se quedó en casa tras los últimos asesinatos de ETA, con dos guardias civiles como últimas víctimas. Las tempestades colaterales, protagonizadas por ciudadanos y ciudadanas crispados, son los insultos que recibió Zerolo por su tendencia sexual y por pertenecer al Partido Socialista durante la concentración de Madrid, lo mismo que lo fueron aquellos golpes con la bandera española al entonces ministro Bono por acudir a una manifestación a favor de las víctimas del terrorismo. Realmente, la Constitución está de puente. Y la clase política autocomplacida por haber festejado el día grande de la democracia en los salones de plenos y empachada de discursos. La calle también tiene derecho a sentir, practicar, disfrutar y entrenarse en democracia.