Diario de León

QUERIDO MUNDO

El genocidio de Darfur

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CARLOS G. REIGOSA
León

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AHORA QUIEREN convencernos de que no es un genocidio, pero la realidad es que cuando el propio presidente Bush lo calificó así, poco antes de ser reelegido, estaba diciendo por una vez la verdad. Lo de Darfur es un genocidio consentido. El petróleo del subsuelo de esta zona de Sudán explica, aunque no justifica, unas conductas tan deplorables. Hay que reconocer que fueron los cristianos conservadores estadounidenses y las organizaciones de defensa de los derechos humanos quienes primero pusieron el grito en el cielo y alertaron al resto del mundo. Pero su éxito se ha estancado en la retórica de las grandes potencias, que ya ni siquiera ven el genocidio, porque no les conviene. Especialmente llamativa es la posición de China, cuyo ministro de Asuntos Exteriores refrendó su posición no intervensionista con una desvergonzada declaración: «Los negocios son los negocios». No hay nada allí de su interés, aparte del petróleo. Estados Unidos ha hecho algo, pero no lo suficiente. Porque nada de lo hecho sirve si no se detiene esa matanza que no se quiere llamar genocidio. Y no se quiere llamar genocidio para mantener la presión diplomática sobre los dirigentes sudaneses, que temen caer en las manos de un Tribunal Internacional que los condene justamente por eso. Existe la esperanza de que el miedo a acabar como Slobodan Milosevic les haga entrar en razón, pero, entre tanto, siguen matando a los desheredados de la tierra hacinados en campos de refugiados de los que ni siquiera se reconocen responsables. Kofi Annan, secretario general de Naciones Unidas hasta 2006, ha confesado con sincera frustración que en este conflicto fallaron todos una y otra vez, al no alcanzar nunca una voluntad política suficiente para detener la matanza. «Lo cual demuestra que no aprendimos nada en el genocidio de Ruanda», lamentó. Y así es. Hoy mismo cabe decir que sólo la mala conciencia de los buenos ciudadanos puede forzar a las grandes potencias a actuar. Entre tanto, sólo se podrá seguir diciendo-como ya se dice- que en Darfur la expresión «nunca jamás» no significa nada. Porque el mal allí no tiene límites.

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