Ibarra y Bono, dos futuros

LE QUEDA a esta legislatura un soplo de vida. Las Cortes se verán disueltas el 14 de enero y a partir de ahí en la vida pública todo adquirirá un tono provisional hasta la investidura parlamentaria del nuevo presidente de gobierno. Y es ahora el momento en que los políticos más avispados dan un paso al frente, solicitando protagonismo en el inmediato futuro o, cansados de la brega a veces innoble, se retiran a sus cuarteles de invierno para cultivar un bien ganado escepticismo. Asistimos así al espectáculo de las dimisiones y reapariciones, siendo ayer ejemplo de las primeras el líder extremeño Rodríguez Ibarra, y de las segundas hace unos días el también socialista José Bono. Rodríguez Ibarra se ha ido desprendiendo de responsabilidades. Renunció a la presidencia de la Junta de Extremadura y poco después a ser la voz juiciosa en la alta dirección del PSOE, por las dificultades de audición que ofrecía el recinto. Y ahora dimitirá como secretario general del socialismo extremeño. Se va a su casa añorando tiempos que no fueron tampoco muy felices para un socialista independiente, pues si ahora a las federaciones no se las tiene muy en cuenta desde Ferraz, antes quien se movía no lograba salir en la foto. Rodríguez Ibarra se quiere ir de verdad y, en cambio, Bono se fue de mentirijillas, a la espera de una oportunidad para reaparecer. Y ahí está ya, argumento que su regreso se debe en gran medida a cambios en la línea política de Zapatero, frente a ETA especialmente, como si no hubiera sido ministro cuando las puertas del diálogo con la banda terrorista estaban abiertas o se estaban abriendo. Pero el oportunismo no es un defecto en los políticos sino una cualidad, que Bono le adorna profusamente, y tal vez por ello ha intentado mostrarse públicamente esta semana como el paladín socialista de la Constitución y de la España homogénea, arremetiendo en Madrid contra el nacionalista catalán Artur Mas en el Forum Europa, que reúne para desayunar a personalidades de diversos relieves, a Mas esta semana. Como buen nacionalista, Mas veía en la Constitución algo así como un obstáculo para algunas aspiraciones catalanas, lo que a Bono pareció herirle en su alma de español rectilíneo, por lo que pidió la palabra, devaluó el concepto de nación que tanto gusta a los nacionalismos e ironizó sobre el entusiasmo perfectamente descriptible que había despertado entre los catalanes el nuevo estatut. Mas estuvo dialécticamente hábil y devolvió a Bono, una por una, las crítica que éste le envió. Tiene, pues, el PSOE un delfín autoproclamado, si el PSOE se estrellase el 9-M en las urnas o si Zapatero decidiera, como Aznar, no seguir al frente del Gobierno más de ocho años. Quien más méritos tiene para suceder a ZP, aunque se trate de méritos de perdedor, es Bono, quien perdió en la tanda de penaltis la secretaría general de su partido ante un diputado de León más bien desconocido. El leonés ha resultado progresista y socialmente avanzado, en algunos aspectos tal vez con exceso, por lo que Bono, católico tradicional, amigo de reverendos purpurados y portador de valores patrióticos de libro intentaría ser la contrafigura futura del socialismo, pidiendo, eso sí, paso deprisa, al decir que ZP no va a querer gobernar más de ocho años.