EL RINCÓN
Juguetes
LAS MONARQUÍAS, en general, no atraviesan su momento de mayor esplendor. Los ciudadanos ya no son súbditos y hacen cuentas de lo que se les va, no sólo en yates y en otras artes de pesca, que eso sería lo de menos, sino en las sabias previsiones de futuro que toman los allegados. Los que en las esquelas se llaman «y demás parientes» no se privan de nada: se conoce que la sangre de vulgar color rojo exige más transfusiones económicas que la azul. No se han podido librar de este lastimoso amago de crisis los tres Reyes Magos. Hace años que Papá Noel, cuyo abuelo también era republicano, les está comiendo el aéreo terreno. Quizá haya menos niños, dada la abundancia de clínicas abortistas, pero debemos preocuparnos por aquellos que se libraron de que sus madres decidieran interrumpir el embarazo. Van a tener menos juguetes. Sólo en Madrid, la Policía Municipal ha decomisado 64.000. Gran redada en los bazares. La mayoría eran guitarras, pistolas y muñecas de piezas mal ensambladas que las criaturas podían tragarse con la misma facilidad que sus padres se tragan las promesas de los políticos. Ahora abundan los juguetes peligrosos, del mismo modo que en otros tiempos el peligro era no poder comprar juguetes. Después de la guerra, cuando no hacía falta tener memoria histórica porque estábamos haciendo sus capítulos más tristes, todos los juguetes arañaban. Quizá se fabricaban con las latas de conserva vacías, del mismo modo que los soldaditos de plomo se construían con balas perdidas. La mayoría de estos juguetes potencialmente peligrosos son de origen asiático. Sin duda nuestras abuelas, que todo lo sabían, se estaban refiriendo a ellos cuando nos hablaban del peligro amarillo.