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León

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Desde Villayuste, con el corazón de Omaña A Luis del Olmo, Pastor Mayor por Luna y Babia: Cual roble en la mañana erguido,/ noble porte que el andar señala,/ ya es Pastor Mayor de la manada/ honor al periodista distinguido./ Señor del mensaje, clara su frente,/ Pone en el aire de las mañanas/ deshojadas noticias,/ epigramas. Despiertan interés en los oyentes./ Vuela su verbo, hacendosa abeja,/ con el gran poderío de la palabra,/ por la tierra leonesa brega, porfía./ En albas tejiendo la madeja/ su cincel mental en escudo labra:/ Pastor, zurrón, cayado, mastín que fía. Segismundo Zumalacárregui (León) Que el dolor no nos sea indiferente Una vieja canción, que muchos recordamos, porque era pegadiza, cantada por Ana Belén comenzaba diciendo: «Sólo le pido a Dios que el dolor no me sea indiferente¿» Han pasado muchos años y sí, cada mañana le pido a Dios que me libre del gran peligro de la indiferencia acerca del dolor ajeno. Parece que la textura de la que está hecho el hombre le hace habituarse a los mayores horrores cuando éstos se repiten. Da igual que se trate de guerras que de desastres naturales. El primer tsunami ¿por qué no emplear la palabra castellana maremoto?, nos conmociona, somos capaces de cualquier cosa, los mejores sentimientos se despiertan y quizá emprendamos alguna acción generosa, sea hacernos voluntarios de la Cruz Roja o enviar una cantidad de dinero que ayude a paliar, aunque sea una pequeña medida, tanto desastre. El segundo tsunami aún nos causa una justificada alarma, nos produce tristeza, pero hemos de reconocer que no tan intensa como la primera vez. El tercer tsunami ya lo vemos de muy distinta manera, nos da pena la cara de espanto de la gente, la muerte de los niños, las casas destruidas, sí, pero está lejos y ya sabemos lo que ocurre en esos países. Nos hemos acostumbrado. El extrañamiento, la lejanía, se instala en nuestros corazones. Lo decía ahora respecto de Irak. La noticia es que ayer murieron X personas, y hubo cantidad de heridos. Apenas nos fijamos, es la noticia diaria. Pero no quiero acostumbrarme. Sólo le pido a Dios que el dolor de los hombres no me sea indiferente. Anatolio Calle Juárez (Navatejera) Rafael Mirantes (León).