Diario de León
León

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LOS PRIMEROS días del euro, al pagar mi mosto en un bar de la calle Ancha se me advirtió desde detrás de la barra: «ha dejado demasiada propina». Y con los reflejos del chapuzas matemático contesté: «no, porque la tapa estaba muy rica». Según Solbes, los españoles damos demasiada propina, pues hay hasta quienes dejan un euro por dos cafés. Para hacerse entender, nada como un buen ejemplo, pero dos y dos siguen siendo cuatro contabilices con los dedos o con la calculadora. Aunque nos pierda la propina, como quijotes de la bancarrota nos gusta dejarla porque es nuestro gracias por la tapa. Se pregunta si hemos interiorizado lo que significa un euro, y uno intuye que el problema es que de tan interiorizado llevamos su nombre tatuado, el del euro y, a partir ahora, también el de este ministro cachondo. Nos gusta ser desprendidos, aunque habría que preguntarle al gremio de camareros si somos tan rumbosos o es leyenda. No obstante, tiene razón Solbes, cuando afirma que muchos seguimos pensando - y padeciendo- en pesetas; en mi caso, soy proclive a ello, casi todos los cantantes que me gustan tienen más de setenta años, aunque tampoco hay que tener un master para saber que un kilo de oro y otro de lentejas no son exactamente lo mismo. Para una gran mayoría, su propia economía es cálculo y gimnasia - triples mortales para cuadrar las cuentas-, aún así intuyo que los españoles somos un pueblo feliz, quizá porque tanto la felicidad individual como la colectiva quedan fuera de estadísticas y promesas electorales. En León, si dan buena tapa, damos buena propina. Es nuestra regla local. También se valora mucho ser del Real Madrid. Si con ello contribuimos a la inflación¿perdónenos el señor ministro, aquí son de Letras hasta quienes estudiaron Ciencias.

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