Diario de León

LA VELETA

Propinas y conejos: fantástico

Publicado por
ANDRÉS ABERASTURI
León

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NI ERA bueno que el hombre estuviera sólo -según la Biblia- ni es recomendable que los ministros vivan las 24 horas del día en esa especie de ciber-mundo que en nombre de la seguridad, la pompa o lo que sea, les aleja de la realidad que vivimos el resto cada día. Hablo de ministros, pero metan en el mismo saco a líderes de la oposición, altos cargos, alcaldes de ciudades importantes y presentadores de programas del corazón. Que estos últimos no sepan de qué va la cosa diaria, no me preocupa mucho. Pero el famoso ejemplo de la propina de Solbes es todo un síntoma. La gracia se inició hace ya tiempo cuando alguien, en Francia, le preguntó, creo que a un candidato, cuánto costaba un billete de metro; el candidato no tenía ni idea y quedó fatal. La cuestión se convirtió en mito y la pregunta se repitió muchas veces de tal suerte que todo candidato que se preciara en Francia y fuera de Francia lo primero que se aprendía era el precio del billete de metro. Hasta que llego el café de Zapatero y el sueldo de Rajoy. Lo del café parece perseguir al PSOE porque, si no fue bastante que el presidente se quedara mas bien corto en su respuesta, llega el abuelo Solbes el sábado y nos dice que ha visto dejar un euro de propina por dos cafés. Han saltado como tigres hasta el punto de que el hombre ha tenido que explicar que en periodo electoral todo sirve para sacarlo de contexto. Y es verdad, pero no es el caso: dijo lo que dijo y lo que dijo fue una majadería aunque es verdad que nunca culpó a las propinas de crear la inflación. Pero el problema vas más allá de la anécdota puntual. Aquí hay una España que sabe lo que cuesta la vida y es consciente de que, interiorizando o no el euro, la cesta de la compra está por las nubes; es verdad también que estas subidas son generalizadas en Europa con dos diferencias: suben un punto menos que en España y los solarios no son los mismos. Lo que uno echa de menos es un poco de seriedad: no se puede admitir en una sociedad seria que el secretario general de Agricultura haga un canto al conejo, que el ministro economía diga lo de la propina (y se equivoque en el valor del euro que no son 160 pesetas sino seis y pico más) y que cuando ya hemos interiorizado lo del conejo y las propinas, aparezca el asesor del Presidente para asuntos económicos y asegura tajantemente que nuestra situación en ese terreno es «fantástica» (sic). ¿A quién hacemos caso? ¿Compramos un fantástico conejo y dejamos propina al vendedor o nos guardamos las fantásticas propinas para comprar un conejo a un euro? Yo no sé ya en manos de quién estamos. En fin...

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