LA ASPILLERA
León Real, real León
SI ALFONSO VI, el unificador, (que sigue esperando en su pueblo un monumento a la altura de su genio y sus hazañas), levantara la cabeza, igual se nos deprimía el hombre al ver que tenía que seguir batallando contra los nuevos reinos taifas del siglo XXI. Se llevaría la mano a la espada al constatar asombrado que los bienpagados hijosdalgo de este siglo desnortado eran incapaces de ponerse de acuerdo para honrar de consuno la memoria de su recontratatarabuelo García I, primer monarca del reino leonés en el lejano y brumoso 910. Francamente es bastante desolador para el espíritu comprobar que en la lid política no se salva nada ni nadie. Ni siquiera una efeméride, a priori justa e inocente, con la que se quiere conmemorar esa cifra redonda del 1.100 aniversario del alumbramiento del Reino de León. Aún queda para el 2010, pero las lanzas ya se afilan y, como no llueva cordura, igual hay que llamar a Almanzor el Victorioso para que ponga orden, o deje todo manga por hombro. La Junta, a la que no se niega en este caso sentido de la oportunidad y audacia, ha tirado por la calle del medio y ha puesto sobre la mesa tres millones de euros. Las arcas municipales no han temblado ante el envite porque son primas hermanas del vacío absoluto pero a los responsables municipales les ha dejado el regate un tanto traspuestos. Frente al pabellón del León Real , enarbolado por Francisco Fernández y su fiel escudero Javier Chamorro, se ha izado el del Regnum Legionense, fuertemente amarrado por la consejera María José Salgueiro que ha encontrado fiel aliada en Isabel Carrasco, presidenta de la Diputación, que es de las que no olvidan fácilmente los desaires (léase, sin ir más lejos, divorcio municipal del Patronato de Turismo). Tenemos, pues, dos sendas que conducen al mismo lugar. Y como la línea recta sigue siendo muy práctica y es la distancia más corta entre dos puntos, esto huele a despilfarro de esfuerzos... y de dineros. Harían bien las instituciones implicadas en concentrarse en una reflexión benedictina porque el personal de base, o sea los plebeyos que votan, quizá no lleguen a entender que en un caso como el que nos ocupa no se atice el fuego de eso que ahora llaman las sinergias (o sea, colaboración, trabajo en equipo). En ambas propuestas hay aspectos interesantes y no es el momento de solapar ideas y actividades sino de racionalizar la gestión de un evento que debe servir para subrayar y recordar, -frente a las tergiversaciones al uso de la historia- el hondo protagonismo de León y su contribución esencial a lo que hoy (aunque a duras penas) entendemos como España. Y algo más: entre el León Real y el real León, uno sigue apostando por este último, sin denostar el poso fecundo de la Historia. Ojalá haya acuerdo y consenso en el León Real o en el Regnum Legionense pero ojalá, y sobre todo, la Junta se moje de verdad en el León real. En ese que no quiere perder las ventanas al futuro que se han abierto en forma de comunicaciones, de empresas tecnológicas que dibujan un León nuevo. En ese que levantan día a día los plebeyos, hartos de contemplar derroches.