El riesgo de los debates

EL ANUNCIO de futuros debates entre José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy es una buena noticia. En vísperas de elecciones, lo mejor es que los ciudadanos sepamos con quién nos jugamos los cuartos. Saludar la noticia de los debates invita a reflexionar acerca de las peculiaridades -algunas de ellas envenenadas- que apareja este género político-periodístico. El debate es una lucha dialéctica y, puesto que de una lucha se trata, al final, hay vencedores y vencidos. Si es en la televisión, quienes participan han de contar conque el medio discrimina a los individuos en función de su aspecto: prima la apariencia sobre el ser. La imagen sobre la esencia. Así las cosas, todo compareciente en televisión cuyo rostro resulte telegénico, de entrada, cuenta con un «plus» de aceptación por parte de la audiencia. En sentido contrario, la televisión «castiga» los rostros poco agraciados, la falta de simetría de una cara, su fealdad, etcétera. La imagen, pues, desempeña un papel capital a la hora de concitar la atención de los espectadores como paso previo para allegar su atención o confianza. Es tan dura la «ley de la telegenia» que hay quien puede perder un debate antes de abrir la boca. Naturalmente, cuando se trata de un «cara a cara» entre dos aspirantes a la Presidencia del Gobierno, más que la imagen -terreno en el que lleva clara ventaja Zapatero sobre Rajoy-, prima o debería primar el discurso político. Porque ésa es, al final, otra de las claves ya que en última instancia el gran riesgo de un debate es hacer el ridículo. Un solo error en un debate televisivo anula todos los aciertos. Quizá ése sea el flanco por el que pueda acariciar alguna ventaja Rajoy frente a un Zapatero menos equipado dialécticamente. La preparación, la serenidad, la buena memoria, la astucia y el sentido del humor son buenos compañeros de viaje en el proceloso mar de los debates. Un tipo de combates en los que, a veces, surgen dudas sobre el ganador, pero nunca sobre el perdedor. En, fin, pronto veremos quién pierde.