Diario de León

LA VELETA

La verdad de las palabras

Publicado por
XOSÉ CARLOS ARIAS
León

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ASOMBRA comprobar cómo, de un modo reiterado, la política española se enreda en debates que en buena medida vienen alterados por el uso inadecuado de ciertas palabras, cuando no por el abuso de eufemismos y circunloquios. Situaciones ha habido en las que ingeniosos juegos de palabras sirvieron para definir estrategias políticas (recuérdese por ejemplo, el famoso «Otan de entrada, no»). Y no pocas veces, el intento de escapar de eventuales conflictos con sutilezas terminológ icas ha acabado por agudizarlos, y aquí vale de ejemplo la actual controversia sobre la memoria histórica. ¿Legislar sobre la memoria?. Un dislate que regocija a quienes se oponen al fondo de una ley que en sí misma es necesaria y justa, y que se podría haber mitigado llamando a las cosas por su nombre (incluyendo en el título una referencia a lo que en realidad es: una reivindicación plena de las víctimas del franquismo). Entre tales excesos de la retórica -que a veces hacen recordar al gran José Bergamín: «La verdad de las palabras/ no es verdad por lo que dicen,/ es verdad por lo que callan»- ninguno ha sido tan trascendental como los artificios inventados para evitar la palabra «federal». Es innegable que este vocablo sigue asustando a sectores importantes de la sociedad, pero seguramente contribuiría mucho a evitarlo que las fuerzas políticas explicaran, con un sentido pedagógico, que en realidad es eso mismo, un sistema federal, lo que básicamente tenemos ya funcionando como modelo territorial. Es decir, que a lo que nosotros denominamos comunidades autónomas, en otros países se le llama sencillamente federal. Cierto que, desde un punto de vista técnico, faltaría algún elemento -como la existencia de una segunda cámara de representación territorial-, que no parece capital. Cáigase en la cuenta de que el grado efectivo de la descentralización en España, al menos en lo que respecta al reparto del gasto público (no así a los ingresos, pero esa es otra cuestión), se encuentra entre los mayores del mundo. Con frecuencia escuchamos justificados lamentos sobre las consecuencias negativas que acarrea un modelo territorial permanentemente abierto, sometido a todo tipo de presiones. En torno a ello se han ido originando tensiones confederalizantes (nada que ver con lo federal) cada vez más difíciles de frenar. Aun aceptando que el asunto es de mayor complejidad, ¿no habría contribuido a evitarlo una definición formal del Estado como federal, con mínimas reformas?. Y al margen de la retórica, ¿no es acaso esa palabra la que ofrece la única posibilidad de consenso para el cierre efectivo del modelo?. En vista de tales precedentes, al menos podemos felicitarnos porque el himno nacional carezca de letra. para remediarlo. Pero también ahí acabaremos por liarnos.

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