El canon nos apunta

PARECE lógico pensar que, puesto que nos cobran, y van a seguir cobrándonos, un canon por el uso de soportes de almacenamiento digital en previsión de que pirateemos productos vinculados a derechos de propiedad intelectual, nada se opone ya a que, efectivamente, nos lancemos a adueñarnos sin mayores miramientos de todo el material audiovisual que nos plazca y que la Red nos proporciona por métodos más o menos legales. El despropósito está servido. Es manifiesto que la protección de la cultura y de la creatividad tiene que desarrollarse por vías más imaginativas y eficaces; y, además, las entidades de gestión de derechos -léase SGAE- no cumplen cabalmente su función: habría que explicar cómo es posible que sólo el 6% de los recursos que se recaudan mediante el canon revierta en los autores.