Adoquines del Húmedo
La otra eternidad Hace unos días escuché que un equipo médico sevillano ha encontrado la forma de obtener neuronas a partir de células madre que encuentra en el cuello. Se anuncia como un grave avance, y se aventura la posibilidad de que sirva para evitar procesos degenerativos, quizás tratar casos de parkinson u otras enfermedades. Ante la noticia, me asaltan dos pensamientos en direcciones distintas. Y la paradoja es que creo que en ambos hay algo de verdad. Por una parte, admiración y reconocimiento del trabajo de los investigadores que, en un mundo de la salud, buscan dar solución a los problemas médicos. Cada avance es historia y esa historia a lo largo de los siglos ha sido alumbrando respuestas, alargando nuestros años, contribuyendo a mejorar la calidad de vida del ser humano y dándonos herramientas para sobrevivir. Lo que hace 200 años abocaba a la tumba hoy es tratado con normalidad, y muchos (no todos) nos beneficiamos de ello. Incluso, desde la fe, diría que esa capacidad de encontrar respuestas es parte de la dimensión creadora con que somos imagen de Dios. Al mismo tiempo me asalta la pregunta: "¿Hasta dónde esta carrera?" Se estira la esperanza de vida y se llega a edades más tardías en mejor forma. Vivir 80, 90, 100 años es más normal¿ Pero ¿hasta dónde? ¿hasta cuándo? Porque, al final del camino, sigue estando la muerte, y quizás la sabiduría mayor o primera no es luchar contra ella hasta la extenuación, sino aceptar la limitación de nuestros días y vivirlos con hondura, con pasión por el mundo y con esperanza en Dios, acertando para acariciar las historias con las que nos cruzamos y dejar en ellas una huella digna. Entre la búsqueda de respuestas y la aceptación de los límites nos movemos, sentimos, soñamos y esperamos. Anatolio Calle Juárez (Navatejera). J. Gutiérrez (Madrid).