CRÓNICAS BERCIANAS
La parábola de Nelson
EL ALMIRANTE Horacio Nelson murió en Trafalgar con 21 monedas de oro en su bolsillo. El héroe de las batallas navales del Cabo de San Vicente, del Nilo y de Copenhague, guardaba el dinero en un monedero de seda, convencido de que le traería suerte en la batalla contra la flota franco-española. Nelson murió en el cabo Trafalgar, aunque como le sucediera al Cid Campeador, ganó su última batalla después de muerto, y destrozando a la escuadra enemiga, salvó a la Gran Bretaña de la invasión de la Gran Armeé de Napoleón, que aguardaba en Boulonge-sur-Mer para embarcarse hacia las islas. Así que resulta difícil valorar hasta que punto el preciado talismán del marino británico resultó efectivo. La historia de Nelson y de su monedero, es una parábola, claro. A veces las mayores victorias se pagan con un precio demasiado elevado. A ningún vecino de Ponferrada se le escapa que la apertura del centro comercial El Rosal ha sido un salto cualitativo para la ciudad. Un imán que atrae a consumidores de toda la comarca, y de más allá, crea empleo, mueve dinero, propone una alternativa de ocio que gustará más o gustará menos, y amplía la oferta comercial con negocios nuevos, como esa estupenda librería que sólo ofrece libros y no vende lapiceros, ni gomas, ni cuadernos, como tienen que hacer la mayor parte de los establecimientos similares en el centro de la ciudad para poder sobrevivir. Incluso el millón de euros que el sábado repartió la administración de lotería del complejo al vender 480 décimos del número anterior al Gordo parece un guiño de la fortuna. No en vano, casi medio millar de clientes tienen ahora dos mil euros más en sus bolsillos para gastarse estas Navidades en una buena cena de Nochebuena y en unos buenos regalos de Reyes. El precio que hay que pagar por disfrutar de la oferta de El Rosal, catedral del consumo rápido que sitúa a Ponferrada en el mapa de las ciudades modernas a punto de celebrar su primer centenario, lo están abonando sin embargo los propietarios de los comercios más tradicionales. Y lo está notando una parte de la hostelería. La asociación de comerciantes La Cebra aseguraba hace unos días que la reducción de ingresos de sus asociados por la apertura de El Rosal era de un 15 por ciento. Me imagino que habrán hecho sus cálculos, aunque algún comerciante del centro se pasara la tarde del último sábado, en plena vorágine consumista navideña, sin vender ni una sola prenda. Como sucede con lugares como Espacio León, el éxito de El Rosal y su verdadero impacto sobre los negocios tradicionales y nuestra forma de comprar, sólo se podrá medir a largo plazo. Hará falta tiempo para saber si somos suficientes y guardamos en el monedero tanto dinero como para dar de comer a todos. Para que los negocios de El Rosal sigan abiertos. Y para que no cierren los del centro. Por de pronto, yo soy de los que siempre guardan 21 monedas en el bolsillo para comprarme un buen libro que me cuente, por ejemplo, que el almirante Horacio Nelson hacía tanta ostentación de su uniforme y lucía tantas medallas en la pechera, que no había mejor diana para los tiradores franceses en toda la flota inglesa.