Diario de León
Publicado por
ANTONIO PAPELL
León

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LA INTERVENCIÓN regia planteaba en esta ocasión la dificultad añadida de irrumpir en un panorama político exasperado por una legislatura extraordinariamente agria y desabrida que toca a su fin. Pero el Monarca no se anduvo con rodeos y reiteró, con la intensidad arbitral que corresponde a la institución que encarna, los criterios precisos en esta hora y, muy especialmente, la lógica constitucional que, en reiteradas ocasiones en estos cuatro años, ha brillado por su ausencia durante el confuso y convulso proceso de reforma territorial: «La España que representa nuestra Constitución está concebida para integrarnos a todos», dijo, justo después de ensalzar el logro de «una modernización única en nuestra Historia». Y tras esta referencia a la Carta Magna, manifestó su apoyo a la «unidad y diversidad», conceptos que, «debidamente integrados en el marco constitucional, nos han permitido y nos permiten progresar como gran nación». Como en anteriores ocasiones -es uno de los leitmotiv permanentes de la Corona-, el Rey reivindicó asimismo uno de los criterios básicos del modelo democrático, la unanimidad en el origen, el contrato social que permite establecer una dialéctica incruenta de poder en que los conflictos se resuelven pacíficamente. Y en este sentido, reclamó «a nuestros partidos mayores esfuerzos para alcanzar el necesario consenso en los grandes temas de Estado». Y sus concreciones en esta materia se han dirigido sobre todo a la lucha antiterrorista, en el que permanece el disolvente disenso que se generó en torno a la inefable teoría de la conspiración, ya laminada por los Tribunales: «La lucha contra el terrorismo reclama -dijo-, sin duda, unidad. Sus crímenes, amenazas y extorsiones siguen presentes. Suponen un inaceptable ataque a nuestros derechos y libertades». Y, tras recordar que el año comenzó con el drama del atentado de Barajas y ha concluido con el asesinato de dos guardias civiles, el monarca ha remachado la idea: «Necesitamos cuanto antes una cultura de la unidad que haga efectivo el compromiso de todos los demócratas para acabar definitivamente con el terrorismo». Pero probablemente la apuesta más novedosa de don Juan Carlos es la concerniente a la estabilidad institucional. «Los estados que con mayor eficacia atienden a la voluntad de sus ciudadanos se basan en la solidez y estabilidad de sus modelos democráticos e instituciones, así como en su amplia cohesión interna en torno a las grandes cuestiones», recordó. En el mismo párrafo en el que reclamó esfuerzos de los partidos para lograr el consenso en los grandes temas de Estado, incluyó la petición de «solicitar su debido apoyo para nuestras instituciones en aras de su más eficaz funcionamiento». Los espectros del TC y del CGPJ zarandeados por los partidos sobrevolaban el discurso. Una tercera preocupación expresada por el jefe del Estado fue de índole socioeconómica: las «fluctuaciones» que se avecinan han de llevar a las distintas administraciones a redoblar esfuerzos para «atender las carencias de muchas personas»; es decir, el Rey piensa, y con razón, que si como se prevé se aproxima una relativa crisis, y en todo caso una reducción de la bonanza experimentada en los últimos años, los mecanismos sociales que deben redimir a los menos favorecidos han de funcionar a pleno rendimiento. Por lo demás, el Rey, después de un 2007 convulso y complejo para la Real Familia y para la propia institución, manifestó gratitud a quienes lo han apoyado. Asimismo, y en relación a otras polémicas, lanzó mensajes explícitos a los países y pueblos de Iberoamérica -con expresión de «respeto hacia sus respectivas y sólidas identidades»- y a Marruecos -con una invocación a la «intensidad de los vínculos que nos unen»-. Toda la intervención regia ha avanzado en el sentido adecuado: el énfasis en la preservación de la estabilidad constitucional e institucional, puesta en peligro por los graves quebrantos de la legislatura.

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