Diario de León

EL BALNCÓN DEL PUEBLO

Altura de miras

Publicado por
J.F. PÉREZ CHENCHO
León

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LAS ÚLTIMAS bocanadas del año coinciden con el final de legislatura. Así, pues, el discurso del Rey el día de Nochebuena también debe leerse en clave de precampaña electoral. La legislatura que ya ha agonizado ha sido extraordinaria en los aspectos económicos y sociales. Y deplorable en el terreno político. El crecimiento económico y la extensión de leyes sociales no lo discute nadie. Es más: nunca en la historia democrática ha existido mayor conciencia y avance social. Sin embargo, en el terreno político estos cuatro años comenzaron gafados. Primero, porque la dirección del PP se negó a aceptar la derrota electoral del 14-M. A continuación, porque el Gobierno se vio arrastrado por Pasqual Maragall en la estúpida aventura de la reforma del Estatut de Cataluña, que acto seguido, han imitado las demás comunidades autónomas, incluida Castilla y León. Nadie pedía la reforma de esos estatutos y sólo han servido para enrarecer y envenenar más el clima entre españoles. El aire llegó a ser casi irrespirable. Para rematar el mal ambiente político, el PP ha utilizado la lucha antiterrorista para desgastar al Gobierno, jugando con muertos y víctimas. Bien, pues todo ello ha servido para aumentar la irracionalidad en la vida política. El resultado de esa mala práctica política quedó reflejado en el desgaste de las Instituciones, como el Tribunal Constitucional, en el que sin duda estaba pensando el Rey cuando pedía unidad y apoyo expreso a las Instituciones y a la Constitución. También no ha mucho -exactamente en la fiesta de aniversario de la Carta Magna, el pasado 6 de diciembre- el presidente del Congreso de los Diputados, Manuel Marín, reclamaba a los partidos políticos en su despedida un mayor respeto a las Instituciones y a las reglas de juego. Lamentó los tonos de una legislatura a la que calificó de «dura y ruda». Dura por la tenaz persistencia en el «de qué se trata que me opongo», y ruda por los permanentes insultos y descalificaciones, más propios de arrieros que de ilustres padres de la patria. Los ciudadanos deberíamos exigir a todos los actores de la próxima contienda electoral el compromiso serio y firme de tener altura de miras. En cuestiones de Estado no cabe electoralismo. Que los candidatos y los que obtengan la credencial para sentarse en el Congreso o en el Senado asuman que debe existir un consenso básico en cuestiones de Estado, como la política exterior, o la lucha antiterrorista, o la Educación, y el respeto al conjunto de las instituciones derivadas de la Constitución, tal y como se reclamaba en el discurso de la Corona. Todos deberíamos penalizar en las urnas el próximo día 9 de marzo a los irresponsables que no respetan esas cuestiones de Estado. El Partido Popular y el Partido Socialista, que son los mayoritarios con posibilidades de gobernar, son también los que deben alcanzar consensos permanentes sobre esas cuestiones de Estado. Sólo así dependerán lo menos posible, en la constitución de gobiernos, de partidos minoritarios o paranoicos. Unos partidos minoritarios que ya han demostrado que el Estado o la nación española les importa un rábano. Mi balcón de hoy no deseo que sea una quimera. Y mucho menos que se archive como regalo en vísperas del 28-D, festividad de los Santos Inocentes.

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