Diario de León

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SE VE QUE José Luis Rodríguez Zapatero no es supersticioso; por ello repetirá este año, como el pasado, la Nochevieja en Doñana. Eso sí, no parece que vaya a despedirse, contra lo que hizo el año pasado, con una conferencia de prensa balance de lo que ha sido el año. Recordemos que, el pasado 29 de diciembre, el presidente aventuró ante los medios que la situación con el terrorismo de ETA mejoraría a lo largo de 2007. Al día siguiente, la banda criminal colocaba un coche bomba en el aeropuerto de Barajas, segaba dos vidas y provocaba inmensos daños materiales, sin hablar ya de la conmoción nacional. Recuérdese que, en uno de sus gestos más criticados, tras el atentado contra la terminal 4 del aeropuerto, Zapatero se marchó a pasar el fin de año en el coto gaditano, al que se ha vuelto tan aficionado como antes lo fuera José María Aznar y, antes que él, Felipe González. Doñana es lugar de meditación y relax de presidentes, que recorren las privilegiadas dunas solitarias y disfrutan de los parajes naturales y de la fauna del lugar, vedado a la curiosidad del público. El año pasado fue amargo para Zapatero, que aseguran que se marchó a Doñana sin siquiera visitar la T4 porque estaba profundamente desmoralizado y por presiones familiares. Hubo entonces quien habló de tentaciones de dimisión. Pero ZP es mucho ZP para dimitir así como así. Quienes pudimos seguirle inaugurando el tramo de alta velocidad entre Madrid y Valladolid, acompañado de una eufórica ministra de Fomento que por fin se ha sacado una de las espinas que tenía clavadas, podemos testificar -aunque en ningún momento quiso el presidente pararse a departir con los chicos de la prensa que hablaban del «día histórico» en el que se atravesó el nuevo túnel del Guadarrama- que Zapatero parecía lleno de fuerza y optimismo para encarar la campaña electoral. Y eso que 2007 no ha sido precisamente su mejor año: fracasaron las negociaciones con ETA, que volvió a matar; el Estatut catalán sigue pendiente del dictamen de un Tribunal Constitucional que se encuentra casi literalmente en llamas, mientras las cosas, con el tripartito en Cataluña, empeoran para la cohesión nacional; en el País Vasco, el lendakari Ibarretxe ha lanzado el importante reto de una consulta popular sobre autodeterminación en octubre. Y las primeras sombras que oscurecen el espléndido sol de nuestra economía han empezado a aparecer sobre las montañas. Hay, en efecto, bastantes cosas que no han funcionado como se esperaba en este año. Pero con esos bueyes tendrá que arar Zapatero inmediatamente después de sus vacaciones posnavideñas, cuando se lance de lleno a la campaña electoral. Y ya digo: el hombre de hielo no parecía demasiado preocupado, sino todo lo contrario; sus íntimos están seguros, o eso dicen, de que nada va a cambiar el 9 de marzo.

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