EN BLANCO
Inocentadas
CREO QUE afortunadamente se va perdiendo la costumbre de las inocentadas en la prensa. Y en la calle. El sentido del humor es algo que no todos saben dosificar correctamente. Y, además, los ciudadanos vivimos sometidos a continuas inocentadas provenientes de quienes nos administran, de manera que el 28 de diciembre ha ido perdiendo su carácter de día único en el año para la broma. Porque no me negarán ustedes que esta legislatura que ahora concluye no ha sido pródiga en situaciones en las que miembros del gobierno, de la oposición o satélites de ambos no podrían haberse situado frente a la ciudadanía en múltiples ocasiones para gritarnos, con sonrisa burlona: «Inocente, inocente». Ha habido manifestaciones convocadas sin motivo, disputas sobre las cosas más nimias, decretazos y decretitos favoreciendo a los amigos, alcaldadas de todo tipo, pactos en la sombra contra natura, siempre en medio del silencio de esta ciudadanía que no parece decidida a alzar la voz, pero a la que las encuestas muestran crecientemente desencantada.Y ahí andan aún en estos días de concordia ante el temible año nuevo peleándose acerca de quién será el medio favorecido para concederle su debate preelectoral, como si el debate no nos perteneciera a todos y como si todavía fuese tolerable que se perpetúen algunas prácticas antidemocráticas y los chantajes de los medios a los partidos o viceversa. Es la última inocentada: de nuevo el dedo de los políticos designando a los agraciados para retransmitir el debate entre los candidatos, en perjuicio de los demás. ¿A cambio de qué favores? ¿Para evitar qué amenazas? Ya digo: en nuestra mano está que no nos sigan llamando «inocentes», como si no fuésemos nosotros quienes pagamos las nóminas y quienes sentamos en los escaños a quienes los ocupan.