Diario de León

EL MIRADOR EN POCAS PALABRAS RAMÓN LA VELETA

Secuestrada en Somalia Balances El año feliz de ZP

Publicado por
VALENTÍ PUIG JOSÉ CAVERO
León

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EL SECUESTRO de la doctora española, de origen leonés, Mercedes García Valcarce en las estribaciones montañosas de Somalia depende de unas negociaciones que sólo pueden ser precarias y azarosas. No hay gobierno real en Somalia. No hay ley ni orden. No hay civilización. Es lo más próximo al estado de anarquía que, según la filosofía política, desembocó en la exigencia casi mecánica de un Estado ordenador. Por no ser, Somalia ni tan siquiera es un Estado fallido. Es la desolación y la muerte. Realmente impresiona el extraordinario valor de quienes, a sabiendas de que las cosas están así, intentan salvar vidas humanas en Somalia, como pretendía la doctora Mercedes García Valcarce o su compañera de secuestro, ambas de la organización Médicos sin Fronteras, cautivas de unos forajidos desde el pasado miércoles. Ahí mandan los señores de la guerra, armados hasta los dientes. No pinta nada un primer ministro que ni tan siquiera ha podido formar gobierno. Los clanes se reparten el botín, las fronteras son una ficción y la sangre corre todos los días. En el año que comienza Irán no va a estarse quieto, Irak participará del caos, Pakistán está al límite, la China postolímpica codiciará Taiwán pero el horror más inmediato, tangible e irresoluble será Somalia. Esa es la anarquía que viene, tribal, sanguinaria, del todo ajena a la ley y el orden. Con unos diez millones de habitantes, más de un millón han huido buscando refugio precario o han emigrado a Occidente o al Golfo Pérsico. Los cuatro jinetes del Apocalipsis frecuentan el horizonte somalí día sí día no. El hambre arrasa, las epidemias diezman el país. Como ficción jurídica, Somalia existe desde 1960, al fusionarse en el proceso de descolonización un protectorado británico y una colonia de Italia. Al cabo de unos años, en 1971, Siad Barre hizo la proclama de un Estado socialista que tuvo la ayuda -siempre tan desinteresada- de la Unión Soviética en proceso de expansión imperialista. Entonces se dio la sangrienta paradoja de que Somalia, con armas soviéticas, atacó la vecina Etiopía, también respaldada entonces por Moscú y La Habana. Todavía en el empeño de darle las culpas de todos los males de África a los colonialismos de -por ejemplo- Gran Bretaña o Bélgica, la izquierda europea olvida lo que significaron los años de Breznev en el Kremlin o la estrategia del Che Guevara que fue adoptada por La Habana. En aquellos años, las Naciones Unidas estaban maniatadas por la táctica del bloque soviético y sus aliados. Todo ese caos sin solución llega hasta nuestros días y es el entorno que hace posible el secuestro de la doctora Mercedes García VAlcarce. Es el escenario de la peor crisis humanitaria del África negra, con una violencia cotidiana ante la que la impotencia de Occidente y del orden internacional es altamente reveladora. El fraccionamiento de Somalia ya es un hecho, el vacío institucional viene de antiguo y el desorden civil es el hábitat de millones de gentes desvalidas ante los señores de la guerra y sus milicias depredadoras. Las treguas se han sucedido en falso, sin arraigo, de cara a la galería. El islamismo entró en acción. Cayó hace años el régimen de Siad Barre. No existen formas permanentes de libertad de expresión, ni controles institucionales, ni justicia. El parlamento es una farsa protagonizada por los clanes en pugna. Etiopía está al acecho apoyando un gobierno de cartón-piedra. Es un panorama de desintegración a inicios del siglo XXI. El propio enviado de las Naciones Unidas a Somalia ha dicho que allí la credibilidad de la ONU está en juego. Para algunos analistas, lo que puede acabar por aparecer en Somalia es un Estado islámico. Somalia es el principal rehén de su propia historia. TODOS LOS FINALES de año se prestan a los recuentos y balances, políticos y periodísticos, matizados siempre por la opinión del Rey, que añade su contrapunto institucional en el mensaje de Nochebuena. El 2007 ha sido un año de fuerte crecimiento económico que toca lamentablemente a su fin, y de graves desencuentros políticos, que han generado fracturas territoriales y políticas que nadie sabe si podrán soldar realmente. La ruptura de todos los grandes consensos y de la mayoría de los puentes ideológicos nos deja un país desmembrado, con una sobreabundancia de independentismos insolidarios, con recelos interterritoriales evidentes y con una ETA que comenzó el año matando y que acaba de asesinar en Francia a dos guardias civiles españoles. El horizonte electoral tampoco es tranquilizador: llegaremos al 9-M exhaustos, y nada indica que el 10 de marzo vaya a comenzar una legislatura constructiva, pacífica, racional, estabilizadora, preocupada por erigir un nuevo modelo de crecimiento tan eficaz como el que acaba de periclitar. Los balances no son positivos. En todo caso, quizá diciéndolo e interiorizándolo nos libremos de su maldición. TERMINA EL AÑO, los políticos se han ido, masivamente, de vacaciones, e incluso empiezan a remitir los mensajes electorales, por causa de fin de año. Se mantiene la controversia suscitada por el anuncio de que Rajoy, si llegara a ser jefe del Gobierno, sólo se mantendría ocho años en el cargo, algo que en el PP quisieran que se transformara en norma legal prescriptiva para el presidente, o acaso para los altos cargos en general. Manuel Fraga ha sido un modelo de permanencia en cargos, como lo está siendo Manuel Chaves. Pero es probable que en los últimos años haya prosperado esa idea de que ocho años son suficientes para plasmar las ideas con las que uno llega a un alto cargo, y que más allá de ese tiempo en una misma ocupación, es posible que se instituya unos ciertos hábitos escasamente recomendables: el cargo se convierte en propiedad y cuantos le rodean ejercen, a su vez, una cierta apropiación. La operación Guateque que ahora mismo se investiga en dos concejalías del ayuntamiento de Madrid es una buena demostración de cómo una trama de funcionarios corruptos pueden asentarse en instituciones. En este tiempo de renovar calendarios, los políticos se han preocupado de proporcionar a los medios informativos sus correspondientes resúmenes y balance de méritos propios y deméritos ajenos. Zapatero lo hizo y no dudó en apuntarse algunas actuaciones conflictivas, como han sido la Reforma educativa, o la ley de matrimonio entre homosexuales, pero también otros logros económicos no menos relevantes: Una renta per capita superior a la de Italia, la reducción del paro al 8 por 100, los más de 20 millones de españoles de ocupados... Y luego, las grandes leyes nuevas que Zapatero quiere apuntarse en su haber, por encima de cualquier otra gestión: las ayudas a los dependientes, la ley de igualdad y la legislación integral contra la violencia de género. No menos problemática ha sido, a lo largo de toda la legislatura, la actuación antiterroristra, no porque haya decrecido la actividad de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, sino por el intento del gobierno de lograr un final dialogado con la banda ETA, propósito en el que «los más duros» de la banda lograron imponerse, una vez más, y rompieron todo diálogo posible. Sin duda, la resistencia de la Oposición a admitir ese diálogo caracterizó en buena medida una legislatura áspera, «a cara de perro» entre Zapatero y Rajoy. Por lo demás, Rodríguez Zapatero no ha evitado recordarnos su primera decisión, la retirada de tropas de Irak, junto con algunas otras decisiones también dignas de evocación: los 2.500 euros por hijo nacido, que no habrá más envíos de tropas al extranjero sin autorización del parlamento... Falta ahora el contrabalance del opositor Rajoy, que pondrá sombras a estas luces.

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