EL RINCÓN
Lo que tú quieras, Carla
DE MOMENTO están hechos el uno para el otro, sin dejar de hacer lo que les dé la gana con los demás. Lo de Carla Bruni y Nicolas Sarkozy fue un flechazo del «ciego que apunta y atina, caduco dios y rapaz». Nada más verse, el buen señor, que es un conquistador, le dijo a la estupenda señora, que es monógama, mientras se viste: -Llámame Nico. El presidente de la dulce Francia vive también un momento dulce y no hay derecho a que le amarguen la vida. Hace sólo dos meses que se divorció de su esposa Cecilia, a la que también daba gusto ver, y se sobrepuso de manera admirable siguiendo el consejo de Lope de Vega, que dejó escrito que para olvidar a una mujer lo mejor es «tomar la posta en otra». ¿Por qué más del 10% de los franceses reprueba que la feliz pareja se esté dando una vuelta por Egipto? El descanso del trabajo forma parte del trabajo. Lo cierto es que los expertos en desgaste aseguran que ha descendido su popularidad. Quieren, tanto los que le votaron como los que no le votaron, que esté más tiempo en el sillón que en la cama. Indudablemente, hay en esta actitud un porcentaje mayor de envidia que de puritanismo. No es que sus críticos le exijan ejemplaridad, sino que les irrita no haber podido dar un mal ejemplo semejante. Carla Bruni es rica, famosa y libre, además de ser una mujer espléndida. La historia de su corazón ha sido plural y quizá cuando fallezca, dentro de muchísimos años, algún malvado inscriba en su tumba un epitafio que diga que es la primera vez que yace con las piernas juntas. ¿Qué le importa el desgaste y la bajada de su popularidad al presidente? Le deben preocupar otras cosas. También habrá votantes que le alaben el gusto y que hubieran querido que ese gusto fuese suyo.