CONTRACORRIENTE
Una banda en León
NO, NO me estoy refiriendo a ningún grupo político en concreto, ni a la de los Hermanos Jesse James, sino a eso que se ha dado en llamar «banda ancha» y que, al igual que «brecha digital», no hace alusión a fajas ortopédicas ni heridas dactilares, sino a una de esas promesas que, de modo infatigable, la administración pública ha destinado para León en 2008: nada menos que llevar y enseñar a navegar por Internet a todos los habitantes de la provincia, aunque sean octogenarios y habiten la última palloza indemne que quede en Los Ancares leoneses. Todo esto resulta fantástico, y hasta prometedor, y supondrá un esfuerzo tecnológico que se aplaude sinceramente, siempre y cuando no se quede, como otros augurios, en agua de borrajas. Porque una cosa es implantar una versión virtual de los teleclubs en las cabeceras de comarca y otra, muy distinta, conseguir -a una velocidad de conexión decente- que un labrador recio y socarrón, de esos que tanto abundan en nuestras tierras, chatee delante de un ordenador con su nieta. Esto va a exigir una planificación que no se resumirá en cursillos de sesenta horas, o la visita más o menos pomposa de algún consejero. Y si no, que se lo pregunten a los habitantes de Soria, a los que recientemente utilizaron para ensayar el cambio de la televisión analógica a la TDT, otra de esas palabras que más de uno asoció a productos bélicos, o a los vaporizadores que, antiguamente, se empleaban en las casas para asesinar mosquitos. Hago estas reflexiones porque si lo que pretenden es que nuestros ancianos y ancianas se familiaricen sin espanto con la Red, deberán poner manos a la obra y aplicar un buen número de recursos humanos (llámenles educadores digitales de pueblo), que sean capaces de «conectar» con la gente, conquistando, para empezar, su confianza y simpatía. Lo demás, la fanfarria digital y las inauguraciones protocolarias de los concejales, quedarán muy bien en la prensa, pero no servirán de nada. Sobre esto volveremos en un año y veremos en que quedó.