Diario de León
Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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SI EXCLUIMOS al pequeño número de compatriotas que se han quitado de en medio para evitar estos empachosos días, los demás se están felicitando mutuamente. Se han cursado nada menos que 200 millones de SMS. Los mensajes de Nochebuena y de Nochevieja son buenísimos para el sector de Telecomunicaciones, que es el único que merece ser felicitado por sus ganancias. Al parecer, unas con otras, las operadoras ingresaron 20 millones de euros sólo por el envío de mensajes cortos. La síntesis, que ha desertado desde hace mucho de los discursos de los políticos, se ha refugiado en las dulces consignas navideñas. ¿Nos queremos tanto los españoles para desearnos felicidad mutuamente? Medio país no tiene nada que ver con el otro medio. Hay manifestaciones para todos los gustos, incluidas las de pésimo gusto. Seguimos siendo tan tolerantes que aceptamos cualquier cosa, menos que nos lleven la contraria. Ya puede desgañitarse por escrito mi querido Fernando Savater explicando que el laicismo no es una actitud antirreligiosa, sino evangélica. Consiste en dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César y en preservar las leyes civiles de la férula religiosa. Parece que no hay manera, o bien que aún no la hemos encontrado pero lo que no deja de ser confortador es que seguimos felicitándonos. ¿A qué le llamamos felicidad? Don Antonio Machado dio una eficaz receta para conseguirla: «una buena salud y la cabeza vacía». A Baudelaire le preguntó alguien si era feliz y respondió que no había caído tan bajo. Prefiero la respuesta de un amigo mío, al que no podíamos calumniar acusándole de ser algo chuleta, al que le preguntamos si era feliz y dijo: «ni falta que me hace».

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