Diario de León

TRIBUNA

Nobleza y «zares» comunistas Carecer del sentido del ridículo

Publicado por
FRANCISCO ARIAS SOLÍS ANTONIO GARCÍA FUENTES
León

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Hace más de medio siglo, Ramón Gómez de la Serna escribió un hermoso Ensayo sobre lo cursi . Este término, hoy un poco en desuso, alude a lo afectado, pretencioso, remilgado, recargado, falsamente elegante y, como resultado, ridículo. También se decía entonces «sofisticado» para lo mismo, pero ese vocablo ha variado por completo de uso. Para nuestro autor, cursis eran sobre todo los objetos recargados. Los rechazaba uno por uno, pero encontraba un raro placer en coleccionarlos. Esta reacción es mucho más general de lo que parece. Coleccionar lo cursi puede resultar un acto entrañable. Por ejemplo, una casa de muñecas de las de antes. Hoy hablamos menos de objetos que de personas cursis. Para ellas tenemos un nuevo término, el de horteras. Su conducta típica es la horterada. Aunque parece un vocablo femenino, el hortera es definitivamente masculino, así como cursis eran antes más bien las mujeres. Todavía un poco antes de la generación de Ramón Gómez de la Serna, el hortera era simplemente el dependiente de un comercio elegante. Es ahí donde se daba la situación de una clientela aristocrática o cortesana que era atendida por obsequiosos empleados. Estos venían obligados a adoptar el atuendo y las maneras de la clientela, pero de una manera estudiada, exagerada y falsa. De ahí el tono despectivo que -desde arriba- empezó a darse a estos vendedores. Por injusto que pueda parecer, ese sentido es el único que ha quedado del lenguaje, que incluso ignora el origen de la primitiva función comercial. Un hortera es hoy una persona que quiere pasar por elegante o distinguida, pero que resulta vulgar. Es, en definitiva, la manifestación del quiero y no puedo, la ostentación irritante del recién llegado, la expresión del mal gusto. El término pertenece a una sociedad donde hay muchos móviles sociales, pero la clase que socialmente manda se resiste a esa incorporación de los que suben de posición. Los de arriba tienen que seguir marcando las distancias respecto de los recién llegados. Sobre gustos se puede escribir todavía mucho, por la sencilla razón de que los gustos cambian. Los que ascienden de clase o de fortuna no pueden comprender de golpe la sutileza de esas alteraciones de lo que se considera de buen tono o de buen gusto. La horterada se manifiesta de mil formas. Suele darse especialmente cuando se trata de conductas colectivas, gregarias incluso. Así, una boda postinera, una fiesta infantil con payasos, un grupo turístico por lugares exóticos, una despedida de soltero, son ocasiones donde se manifiesta exultante la dimensión «horteril». Hay que estar atentos al proceso general de casi todas las modas. Lo que empieza siendo un atributo del gusto refinado, al generalizarse y abaratarse se convierte en vulgar. Es ante ese último movimiento cuando se presenta la horterada. Se podrían aducir mil ilustraciones de esta secuencia, no sólo referida a los objetos, sino a todas las conductas. El lenguaje coloquial está lleno de expresiones que empiezan por una moda exquisita y acaban trivializándose hasta la «horteridad» más ridícula. Así, decir «es la monda» ya empezaba ser una horterada hace veinte años, por lo mismo que más tarde lo fue la expresión equivalente «es de alucine». Dentro de poco le ocurrirá lo mismo a la exclamación, todavía casi elegante, de «es fenomenal». Si el buen gusto es el «discernimiento de lo mejor», al decir de los clásicos, el mal gusto consiste en ostentar burdamente que uno carece de sentido del ridículo. Esto se produce, paradójicamente, cuando uno se toma en serio, hasta el final, la función para la que se conciben ciertos objetos o se determinan ciertos comportamientos. Por ejemplo, besar realmente la mano de las señoras, ponerse gafas de sol cuando no hay sol, utilizar el teléfono móvil como exhibición, llevar la radio a la playa o sacarla a la terraza o al jardín. Ya se decía hace una generación que «no hay hortera sin transistor». El grado de «horteridad» se mide también en decibelios, sean de la música o de la moto. La horterada es hoy llamar footing a lo que los americanos llaman «correr» y simultanear esa nociva práctica con la audición de un disco compacto a través de auriculares. Y como dijo el poeta: «Cuanto más pienso en las cosas, / mucho menos las comprendo; / por eso cuando te miro / te estoy viendo y no lo creo». HACE más de diez años, visitando varios países «ex comunistas» ya vi algo y se me informó de lo suficiente. Aquellos «ex comunistas», que como tales gobernaron esos países al disolverse la«URSS, se quedaron con todo lo más válido de las propiedades «públicas»; que dicho sea de paso, nunca lo fueron, puesto que estaban al servicio de la «nomenclatura». Pero entonces no llegué a intuir lo que luego y en pocos años, iba a ocurrir; sobre todo en la cabecera del denominado «comunismo, bajo el patrocinio marxista y los ejecutivos leninistas y estalinistas»; o sea en la inmensa Rusia. Y lo que ha ocurrido es, que esos gobernantes antes propagandistas de una de las mayores mentiras de todos los tiempos¿ «por el pueblo y para el pueblo»; acabada la fuerza de dominio, de «la bota y el terror a cara de perro»; iniciaron el quizá peor sistema del robo de los bienes públicos; puesto que amparados en el dominio casi absoluto de los restos de esa política feroz y que hoy emplean, con igual impunidad que la emplearon cuando, sojuzgaron y masacraron a todo el que «se movía». Pienso que en algunos casos mucho peor; y me remito a los que aún viven y que recuerdan que con el sistema comunista, al menos «comían, tenían casa y una aceptable enseñanza y seguridad social», que aún bajo mínimos, impedía la asoladora miseria que hoy soportan inmensas masas en la Rusia actual; que en ese caso extremo; considero está hoy peor que hace cien años y cuando las primeras «revoluciones» obreras. Triste sino el del pueblo ruso¿ «simplemente ha ido pasando de mano en mano, como un rebaño». Y si he hablado en primer lugar del pueblo, su miseria y su impotencia actual (ya he escrito otros artículos y por ello no repito cosas allí desarrolladas); es por que lo considero de justicia. Ahora hablo de los que yo denomino como indica mi titular. Hemos leído con todo lujo de detalles; aquellos episodios en que se nos presentaba una «nobleza zarista» (y lo de nobleza es un decir) de estirpe; y que dueños de vidas y haciendas, poseedores muchos de aquellos, en realidad «reyezuelos»; de inmensas cantidades de tierras, pobladas por miles y miles de siervos; parasitaron todos sus territorios y sólo se dedicaron a vivir la gran vida, a derrochar sin límite y a en definitiva, caer en la molicie y decadencia en que los coge la revolución, que asesina a todo el que puede, culminando con toda la familia real. Hoy esa nobleza no es de estirpe sino de ocasión; o sea de «haber estado en el lugar propicio en el momento exacto»; para entrar en el reparto de los inmensos recursos con que cuenta la inmensa Rusia¿ ¿Y qué es lo que hacen estos nuevos «zares, príncipes, grandes duques, marqueses, condes», etcétera?. Veámoslo en pocas líneas. «Rusia, nuevo paraíso del lujo: el pasado 29 de noviembre (27-28 y 29) se celebró en Moscú, la «Moscow Supreme Luxury Week con el LVMH a la cabeza y el Comité Colbert, que aglutina a las primeras marcas francesas, convoca también su reunión anual. Rusia se convertirá en el cuarto mercado del lujo en el mundo. Se han desplazado hasta allí varias decenas de presidentes de firmas, porque es sin lugar a dudas el país del mundo en el que el lujo francés comparte la historia más fructífera. En la capital rusa se abrirán en breve una docena de boutiques de alta gama. Hédiar el establecimiento gourmet; la tienda de Moscú gana casi tanto como la de París». Y aquí, sólo me refiero a franceses¿ que saben hacer brochas de afeitar «con los pelos que afeitan a los huevos»¿ y que por tanto, vendiendo lujos, son los únicos y lo saben explotar al máximo. Pero aparte de ellos, pensemos en joyeros, fabricantes de coches de lujo, yates, muebles y todo lo que se pueda imaginar, que sigue habiéndolo en el mundo y en mucha mayor cantidad que en época de los zares, puesto que la tecnología vale para todo y para esto¿ pues no puede faltar. Igualmente la «lujosa» Iglesia Ortodoxa Rusa; ha vuelto a sus espectaculares y muy lujosos boatos; donde el lujo brilla por su gran presencia¿ Nos retrotraemos en el tiempo lo que me confirma que el hombre sigue siendo el mismo; no ha cambiado¿ o no hemos cambiado y sálvese el que pueda¿ por tanto, al primero que me hable de progreso, de ahora en adelante¿ le voy a hacer «un regalo». 1397124194

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