Sobre la marcha

NO SÓLO corre peligro el AVE vasco, amenazado por ETA, también puede descarrilar el tren de vida que llevábamos. Se anuncia que la coyuntura económica va a constituir el argumento esencial de los terribles discurso que perpetran los líderes políticos con motivo de las elecciones. Les quedan pocas cosas que prometer, pero puede ser altamente sugestiva la promesa de que vamos a quedarnos como estábamos. Sería milagroso que el freno económico, al pisarlo a fondo, no estuviera conectado con la marcha atrás. Se juntan los presagios sombríos que nos abarcan a todos, con el esplendor de algunas empresas y algunas personas. No sé si los pobres somos muy poco solidarios, pero resulta extraño que nos manifestemos para mostrar nuestro júbilo al saber que el Banco de Santander, sabiamente regido por don Emilio Botín, ha ganado más de 8.000 millones durante el año pasado. Tampoco se entiende que hayamos podido ocultar nuestra alegría al conocer que doña Alicia Koplowitz ha elevado su participación hasta el 13,27% en Acerinos. Esas noticias conviven con las de las subidas de productos como la leche y el pollo y debieran ser suficientes para elevar nuestra moral, pero se conoce que hay mucha gente resentida que cree que la opulencia económica debe traer aparejada alguna forma de pudor. O sea, que no está bien que nadie nos refriegue su bienestar cuando nos están explicando con el único lujo que no corre peligro de desaparición, que es lujo de detalles, cómo van a ser los tiempos que se avecinan. El frenazo económico obliga a improvisar soluciones sobre la marcha. La verdad es que llevábamos una buena marcha, pero peor ha sido lo del rally de Dakar, que ha vuelto a dejar al desierto exclusivamente habitado por anacoretas.