CONTRACORRIENTE
Quince hombres en el cofre del muerto¿
¿ yo, jo, jo, la botella de ron, entonaban los piratas antaño, mientras trasegaban sin mesura galones de bebidas espirituosas. Las mismas que, según los mesoneros leoneses, ya no se consumen con tanta prodigalidad en sus negocios, a tenor de una encuesta en la que denuncian que, por la crisis, el personal ha dejado de visitar los bares. Una crisis que ciertos agoreros equiparan al crack del 29, aunque uno no se imagina a los rentistas y funcionarios de León arrojándose por las ventanas como los financieros de Wall Street. El caso es que a nuestros hosteleros les asiste la razón, porque ya se sabe -es un axioma económico- que la represión de los placeres es el primer síntoma del ocaso de un país. Y más en España, donde la dolce farniente es un modo de vida que, además de alegrar las tripas, engrosa el Producto Interior Bruto (valga la expresión). No por otro motivo acuden a nuestras costas las hordas europeas, ávidas de elixiris que no les proporcionan sus gobiernos. Quiero decir que si empezamos a parecernos a los finlandeses -a los que últimamente se cita como ejemplo de frugalidad y progreso-, acabaremos todos bebiendo el vodka en nuestros hogares y provocando un descalabro en nuestra balanza comercial. Imaginen, pues, un país dominado por las Women's Christian Temperance Union, las arpías newyorkinas que, con vehemencia eclesiástica, golpeaban con el cantón del paraguas a los borrachos de Brooklyn: pasaríamos del júbilo y el fasto nocturno a un territorio de abstemios. Y eso sería el acabóse, se lo garantizo. De ahí que, sin ánimo de ofender, uno proponga que, siguiendo las últimas tendencias de nuestros políticos, se apruebe vía decreto alguna ayuda o cheque social - pongamos cien euros mensuales por cabeza -, para que nuestros ciudadanos puedan seguir engullendo tapas y bierzos, cuando menos en la jurisdicción de León. Recuerden que éso es lo que nos distingue y lo que evitará -de ahí el título de esta columna- que la cara de los leoneses adquiera con el tiempo una triste palidez.