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Publicado por
VICENTE PUEYO
León

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ESTO se anima. Los últimos aldabonazos políticos, y en especial los que han sonado en las filas del Partido Popular, pueden tener un efecto estimulante en un electorado que, después de tanta visita a las urnas, y en un ejercicio de defensa propia, ha aprendido a autonarcotizarse y a ponerse el impermeable por donde resbala el chaparrón de las propuestas... y de las mentiras. Igual hasta se diluye el creciente escepticismo y se produce una participación importante el 9 de marzo que impida los juegos malabares a la hora de justificar fracasos. Insistía el domingo el cabeza de lista del PSOE, José Antonio Alonso, en la importancia de la próxima cita electoral para León aludiendo a la necesidad de que se dé continuidad a una política que está señalando caminos esperanzadores en ámbitos tan relevantes como las comunicaciones, regadíos o el desarrollo tecnológico. Algo trascendental para una provincia que ha llegado a estar en la uvi y que ahora ofrece signos de estar dispuesta a confiar en sus propias posibilidades, primer peldaño para cualquier recuperación. Otro soplo de optimismo lo daba Julio Llamazares, en una entrevista que publicaba este periódico el pasado miércoles -coincidiendo con el estreno en León de la adaptación teatral de La lluvia amarilla -, al señalar que le da la sensación de que hay un cambio de actitud, de que León ha comenzado a «salir del pozo». Ojalá tenga razón pero, en cualquier caso, ¿conduce a algo seguir viendo el vaso medio vacío? Estamos obligados a ser audaces; digamos como el optimista profesional: «lo que ocurre es que el vaso es el doble de grande de lo que debería ser». No admite dudas que el PSOE parte en León con la ventaja que da esa conexión privilegiada con u n gobierno al que se podrán reprochar muchas cosa s pero que, en lo que concierne a la provincia, ha hecho un notable esfuerzo. ¿Olvidos, dejaciones, retrasos? Claro. También fracasos: sin ir más lejos, en la legislatura no se ha conseguido el objetivo, tan determinante, de asentar la población evitando el éxodo de los jóvenes, por más que la tendencia empiece a dar síntomas de ir variando en positivo. Tampoco puede decirse que el denominado Plan Oeste haya dado los frutos que prometía su ambicioso planteamiento. Y bienvenidas sean las inversiones en comunicaciones pero a nadie escapa que el retraso acumulado en esta materia durante demasiado tiempo ha hecho perder muchos trenes de progreso a la provincia. El PP, mientras tanto, ensimismado, no parece salir de su pozo particular. Es agotadora la sensación de déjà vu que deja la lista popular por León. Y además, desde Génova, le allanan el camino a Zapatero enviando a las tinieblas a Gallardón, persona con un marchamo moderado que tanto necesita el PP. Los populares recurren ahora a especies montaraces en peligro de extinción como los turolenses, léase Manuel Pizarro, cuyo padre, boticario, inspeccionaba -en aquel lejano tiempo del Movimiento en el que nadie se movía- las farmacias de aquella querida provincia. Su hijo, la baza escondida, el ya «número dos» de Rajoy, no tenía mucho apego a los jarabes ni a las pomadas y se dedicó, con un éxito poco discutible, a la economía y a las opas. Probada sobradamente su tenacidad, su entrada en la batalla política va a dar mucho juego.