Diario de León
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ANTONIO NÚÑEZ
León

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DOS EFEMÉRIDES acaparan las celebraciones del 2008: la ONU lo ha declarado «año internacional de la patata» y la UPL el del bicentenario del levantamiento León contra las tropas napoleónicas. Lo primero tiene algo de sentido, porque las papas andinas importadas por Pizarro -el de Endesa no, el otro- quitaron mucha hambre en todas las posguerras europeas desde aquí hasta Prusia. Pero lo de que los leoneses del barrio de Santa Marina, que se acuestan cuando abren la churrería, fueran los primeros en levantarse un 24 de abril de 1808, semana y pico antes que los madrileños Daoíz, Verlarde y Ruiz el 2 de mayo siguiente, es imposible que esté históricamente documentado por mucho que algunos quieran darle ahora la vuelta a la tortilla. Por cierto que la española no fue inventada hasta medio siglo después por el cocinero del general Zumalacárregui, cuando en una de tantas carlistadas andaba acorralado en su pueblo y tenía por toda intendencia una gallina ponedora y un patatal, así que nacionalizó ambas cosas. Es lo único potable que han dado los conciertos forales. Volviendo a la fiesta nacional lleunesista del 24 de abril y a fin de darle la relevancia que merece, sea históricamente verdad o no lo de los huevos de esta provincia, se ofrece desde aquí gratis a la UPL la idea de que inviten a presidir el evento tanto al paisano Zapatero como al afrancesado Sarkozy. Para firmar la paz y una alianza de civilizaciones no sé si servirá, pero es seguro que vale, según mi señora, para comparar a Sonsoles con la Carla Bruni. Es probable también que los chicos de la UPL no lo sepan porque hasta hace poco estaban todavía en el huevo, pero otro 24 de abril, este de 1974, se incubó la Revolución de los Claveles en Portugal que eclosionó al día siguiente, cuando año y pico antes de que Franco muriera medio lelo en la cama ellos echaron a la calle a Caetano y la memoria de Oliveira Salazar a punta de fusil, hartos de la mandanga colonialista de Angola y Mozambique. Eso sí que molaba y Napoleón a buenas horas. En fin, Mambrú se fue a la guerra, Chamorro.

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