LA VELETA
Política y dinero
SI USTED TRIUNFA en su profesión, gana dinero y/o se hace rico, lo lógico es que su deseo de dedicarse a la política se viese como algo positivo. Alguien que quiere devolver a la sociedad parte de lo que la sociedad le ha dado, que desea servir al bien público después de haber tenido éxito en la actividad privada etc. En el mundo, ese tipo de accciones se suelen valorar de modo positivo; en España, no. Pues bien, según parece, la izquierda española y, en concreto, el PSOE están en contra de eso. Sólo así se explican las brutales descalificaciones que se lanzan desde las diversas tribunas del poder y de sus aliados contra Manuel Pizarro. Le están dando leña porque es millonario que, por cierto, también lo es Felipe González y nadie dice nada. ¡Faltaría más! Con independencia del carácter electoralista que tienen las críticas contra Pizarro, éstas destilan algunos de los peores vicios del Ruedo Ibérico. En concreto intentan estimular un viejo pecado nacional, la envidia que, recuérdenlo siempre, es el término real del idealizado principio igualitario de la izquierda. La identificación de la riqueza con algo vergonzoso y/o vergonzante es inaceptable, típico de una sociedad de mediocres y de envidiosos. Para los socialistas es siempre mejor ser pobre pero pícaro que rico pero honrado. Esta estigmatización del éxito ha sido uno de los dramas de este viejo país y ha sido alimentado casi siempre por las fuerzas de la gauche . Me imagino que será mejor hacerse rico fuera de la política, en el mundo profesional o empresarial, que dentro de ella. Esa es una lección que deberían aprender o, al menos, conocer los socialistas, a la vista de los problemas que han tenido con esas cosas. En los viejos tiempos se decía que era bueno que los ricos se dediquen a la cosa pública porque «roban menos». Esto es sin duda una boutade pero en su exageración es una tesis que, como diría un castizo, no deja de tener su aquel. Por otra parte, todas las encuestas muestran, sin duda de manera injusta, que los ciudadanos no consideran a la clase política un ejemplo de probidad y de desinterés. En este país, quizá en casi todos, la política se ha convertido en una profesión a tiempo completo que comienza en la juventud y termina cuando a uno le echan. Cada vez es más difícil que personalidades brillantes del mundo privado, de la sociedad civil tengan acceso a las listas electorales y a los altos puestos de la Administración. De esta manera existe una brecha creciente entre la sociedad civil y la política que contribuye a alejar a ésta de los ciudadanos a los que representa. Este sí es un problema y no la incorporación al Partido Popular de un individuo que quiere servir a su país.