Diario de León

TRIBUNA

Los periodistas sí tienen patrón

Publicado por
ENRIQUE CIMAS
León

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QUIEN se haya tomado el trabajo de leer la biografía del periodista galés-norteamericano Henry Morton Stanley (ya saben, «¿el doctor Livingstone, supongo?»), habrá tardado algún tiempo en reponerse del aguafuerte que refleja la vida de este polifacético ser. Suele decirse, cuando una obra humana está lograda, que el talento copia a la naturaleza. Pero es igualmente cierto que a veces la propia naturaleza nos da la impresión de que «imita» ese diario drama del hombre, que es el vivir. Algo parecido acontecía con aquel trotamundos, dependiente de comercio, soldado confederal y luego¿unionista; empleado de imprenta, explorador y por último, genial periodista y escritor H. M. Stanley. Se le asocia comúnmente con la figura del médico y misionero escocés David Livingstone, que fue quien primero utilizo el nombre de «Victoria» para designar a las cataratas del Zambeze, denominación que el misionero eligió en honor a la reina británica del mismo nombre. Parece como si el destino, en ambos personajes, no tuviese mejor fin que perpetuar una frase estereotipada y ya tópica. La verdad es que Stanley fue, por encima de todo, un periodista de los pies a la cabeza; dispuesto en su quehacer a sobreponerse a cualquier adversidad. Él viajó hasta latitudes del África austral porque su periódico, el New York Herald , le había ordenado que encontrase a toda costa al doctor Livingstone, del cual no se tenía noticia -en 1.869- desde hacía ya tres años. A Stanley la orden le desconcertó; él se encontraba centrado en sus crónicas de Madrid, relatando los sucesos revolucionarios del 68 español y la caída de Isabel II, y no entendía por qué debía encontrar, ¡nada menos que en Zambia!, a alguien que seguramente no estaba perdido¿ Pero órdenes son órdenes y no tuvo ninguna alternativa a lo dispuesto por sus superiores. Obedeció, como casi siempre lo hacía en el ejercicio de su profesión¿ preferida. Ese rasgo fue parte de su carácter personal, enturbiado por las acusaciones que se le hicieron de despotismo para con sus paupérrimos porteadores, y las incursiones no ortodoxas al campo de la explotación del trabajo ajeno. Tratando de copiar (en el negocio, no en la actitud) a su paisano James Cook, como empresario de iniciativas turísticas. No hay por tanto motivos para elevarle a los altares laicos de este oficio brujo, hermoso, cabrón -y algo filatero- de la noticia. Nuestra nave, nuestra «Argos» particular, está precisando de más remeros que sintonicen con el buen capitán. No; en este orden de cosas no podemos tomar como arquetipo de periodistas a don Henry Stanley, por muy jugosas y elaboradas que sean sus escrituras. En cambio los periodistas del tercer milenio podemos confirmar, gozosamente, lo que atesoramos. Porque sí hay patrón, sí¿ Se me podría preguntar qué me indujo a fijar la imagen de Stanley, en el reverso de la misma medalla, que lleva en su cara la efigie de Francisco de Sales. Pues, sencillamente por carear a dos notables periodistas que utilizaron medios semejantes y fines divergentes. Uno, hacia el logro estrictamente temporal, y el otro, rumbo a los valores del espíritu; por eso fue santo. Desconozco sinceramente si Henry Stanley llegó a saber alguna vez de la existencia -esta sí, ejemplar- de Francisco de Sales; un cura italiano que ascendió a la categoría de obispo y, después, a las de santo y Doctor de la Iglesia. Más de doscientos años mediaban entre los tiempos de uno y otro. Es posible que el galés tuviese oportunidad -por mor de los anales periodísticos- de conocer algún dato sobre el singular prelado ginebrino, porque los dos hicieron historia ejerciendo con notoriedad el periodismo. Sólo que el director de Stanley se llamaba Gordon Bennet y el de Francisco de Sales¿ Jesucristo. El primero, Henry, persiguió la verdad y el prestigio, aunque nunca supo disociarlos del interés crematístico. El segundo, Francisco, buscó también la verdad -que sí halló- de las cosas. Y además, la Verdad cuya esencia se sitúa por encima de todas las contingencias de este mundo. Stanley, constituyó una excelente «pieza» en el engranaje periodístico de su época, no obstante haber adoptado una actitud inhibida y cómoda ante los acontecimientos, sin importarle el riesgo que tal vez implicase lo que estuviera ocurriendo¿ Francisco de Sales destacó por llevar a sus diocesanos, y al pueblo en general, el Mensaje de Quien, como en San Francisco de Borja, «no se le pudiera morir». Aquel que, desde una cruz, nos dice a los periodistas cuáles son las rutas del mar de la esperanza para encontrar la verdad; eludiendo rompientes y cantiles, capeando temporales e iluminando la noche con la luz de nuestra «Argos»; en el puente y al timón de cada gabinete informativo, de cada redacción, de cada emisora¿ Henry Stanley, periodista cumplidor y hasta brillante en ocasiones; personalista, audaz y algo aprovechado. Francisco de Sales, comunicador generoso, perseverante y certero en la transmisión de la Verdad, con su verbo y con sus famosos «pliegos» (¡rústico y heroico periodismo!) Un Patrón para los tripulantes del «barco de papel». Por si no lo sabían, hoy es la fiesta de los periodistas. Unos privilegiados por seguir contando mucho para el santo que nunca dimitió de la cordial misión de patronearnos.

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