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Publicado por
Mª DOLORES ROJO LÓPEZ
León

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NOS preocupamos excesivamente de mantener un cuerpo sano, ágil y estilizado. Utilizamos el gimnasio, las caminatas, la natación y todo tipo de deportes con los cuales más que divertirnos procuramos una rentabilización de su efecto sobre nuestra figura. Terminamos el gastronómico periodo navideño sufriendo por los kilos de más que se depositan alrededor de nuestra cintura y nos indignamos lo indecible cuando comprobamos que inevitablemente hemos dejado atrás las tallas de la juventud. Pero la preocupación se diluye cuando se trata de mantener la disciplina y el ejercicio en el órgano más importante de nuestro cuerpo: el cerebro. Presuponemos que se alimenta a sí mismo y que para su elástico funcionamiento, nada es necesario. Por otra parte, la reflexión sobre la importancia de su salud nos asalta bruscamente al comprobar los efectos del Alzhéimer sobre cualquier persona cercana o desconocida. Pero entonces es demasiado tarde. No podemos pretender alcanzar en poco tiempo lo que exige un cuidadoso y detenido ejercicio gradual y continuo. Lo entendemos muy bien si se trata del cuerpo o de sus músculos pero parecemos obviarlo cuando lo extrapolamos al cerebro. La importancia de ejercitar el trabajo mental y la conexión neuronal es fundamental. No podemos relajar este necesario ejercicio diario depositando en la rutina de las acciones vital, la garantía de nuestra lucidez en la vejez. Y sin embargo, es nuestro mayor anhelo llegar lúcidos a esta etapa de la vida en la que por otra parte podemos comportarnos, en muchos ámbitos, con semejante vivacidad y entusiasmo que en las precedentes. El siglo XXI está tildado ya como el siglo de la vejez. En el 2050 los españoles mayores de 65 años representarán el 65% de la población según el Instituto Nacional de Estadística (INE). Evidentemente la medicina ha logrado prolongar la cantidad de vida. El reto está en la calidad. Con la edad, el cerebro es un órgano que sufre también el deterioro del tiempo y sus funciones de rapidez en la respuesta o en la conexión de los procesos se manifiestan en evidente recesión. ¿Es inevitable este deterioro? ¿Podemos escapar de él? ¿Existen estrategias para retrasar o esquivar la pérdida de capacidades cognitivas?. Recientes estudios sobre la actividad cerebral ponen de manifiesto que a pesar de que el cerebro sigue siendo un gran desconocido, el análisis de sus reacciones ante determinados estímulos asegura una supervivencia de sus funciones prolongada y eficaz a largo plazo. Mantener una actividad cerebral diaria ejercitada por la base de la lectura, la audición musical y la comunicación verbal, ayuda ampliamente a acumular reservas para el invierno de la vida. David Bartrés-Faz, del Grupo de Investigación en Neuropsicología de la Universitat de Barcelona y coordinador del estudio realizado por la Universidad de Barcelona y del hospital Clínic (publicado en la revista Neurobiology of Aging ) explica: «Las personas con un mayor reserva cognitiva, a pesar de su avanzada edad, tenían menos atrofia y un mayor volumen cerebral, lo que se podría asociar con una menor pérdida de conexiones sinápticas entre neuronas». Esta fue la primera conclusión que podemos analizar. Es decir, si logramos reforzar las acciones que nos permitan una gimnasia mental, tales como leer el periódico diariamente (comprometiéndonos con nuestro cerebro a no pasar levemente por los titulares), tener siempre activa la lectura de un libro (lo que equivale a seleccionar una lectura que capte nuestro interés y nos obligue a sentarnos con ella a diario), aprender y recordar números de teléfono (algo tan extrapolado de nuestra vida con la libreta de nuestros móviles que nos lleva a olvidar hasta nuestro propio número), dialogar con personas que nos permitan expresar nuestros pensamientos y sentimientos más allá de la simple comunicación parca, frugal y sobria de la oficina ( solemos regatear con bastante desenvoltura, la conversación que antes con tanta facilidad mantenían nuestros abuelos con cualquier persona) ;la lista de acciones sencillas y diarias es muy larga. La segunda conclusión se traduce en que si en un cerebro con reservas empieza a aparecer un daño puede continuar haciendo lo mismo que antes porque para funcionar necesita consumir menos recursos. Al tener menos atrofia cerebral debido a la «musculatura» conseguida con el ejercicio, rememorar se convierte en un automatismo tan inmediato que no consume apenas el oxígeno que precisa aquel no ejercitado. El cerebro con mayores reservas se activa más porque está entrenado para aprovechar redes alternativas cuando las habituales dejan de funcionar. La reserva cerebral no impide la aparición de la enfermedad, pero hace que el cerebro tenga recursos para aguantarla y que los síntomas se manifiesten más tarde. Suficiente ventaja para decidir la idoneidad de su ejercicio y para cultivarlo en igual o incluso en mayor medida que a nuestro disciplinado cuerpo seguidor de dietas y gimnasios. Nadie duda del efecto beneficioso de la lectura desde nuestra más tierna infancia. Tal vez, menos evidente para la gran mayoría, es la consideración de las bondades de la estimulación auditiva. Otro interesante aparato gimnástico neuronal es, pues, la música. El cerebro crece en respuesta al entrenamiento musical, de la misma forma que los músculos aumentan con el ejercicio físico. El doctor Schalaug y sus colegas del Centro Médico Beth Israel Deaconess utilizaron la resonancia magnética para llegar a estas conclusiones. Vieron en el cerebelo que una zona que contiene el 70% de las neuronas era un 50% más grande en los músicos que en el grupo control. El cerebro responde directamente a las melodías. Utilizando un escáner de Tomografía por Emisión de Positrones (PET), se ha visto que hay un cambio en la actividad neuronal en las zonas del cerebro implicadas en la emoción mientras se escuchaba música. El efecto depende de si la música resulta agradable o desagradable. Para interpretar las notas musicales escritas se utiliza una zona del cerebro del hemisferio derecho que se corresponde, en el lado izquierdo, con la zona empleada para leer las palabras escritas. La esperanza está puesta en el futuro y en el avance de las células madre. Científicos de EEUU afirman haber conseguido réplicas neuronales adultas en ratones a partir de células madre inmaduras en estado primitivo de desarrollo, empleando distintos compuestos químicos para inducir su maduración. Filmaron una breve película del proceso celular etapa por etapa hasta que se convirtieron en ramificadas células neuronales adultas. Sin embargo, los avances en este campo también se ven afectados de la multipolaridad de este órgano tan versátil y desconocido por lo que queda un largo camino hasta demostrar que esas células pueden tener un potencial terapéutico. Hasta entonces parece sensato y rentable desde el punto de vista de la calidad de la vida que haya en nuestra vejez, optar por estos sencillos ejercicios diarios en los cuales el gimnasio lo llevamos con nosotros mismos. Ni siquiera debemos pedir hora, pagar honorarios, comprar ropa específica o aparatos concretos como nos exige la disciplina de nuestro cuerpo. Es más sencillo que todo eso. Y no sólo atesoraremos reservas para la etapa más tranquila de la vida, sino que nos aprovecharemos de sus beneficios desde el primer momento de la puesta en marcha de su ampliada actividad. La tendencia educativa actual de conseguir en todo momento un comportamiento inteligente, pasa por la conquista de hábitos sencillos que nos permitan relacionar eficazmente informaciones, resolver problemas y concluir resultados cuantificados en decisiones a tomar y acciones a realizar. Ser operativamente inteligentes supone conocer y ejercitar convenientemente cada hemisferio cerebral. La neurociencia ha podido establecer que muchas de las habilidades mentales específicas son lateralizadas; es decir, son llevadas a cabo, son apoyadas y coordinadas en uno u otro de los dos hemisferios cerebrales. Así tenemos que la capacidad de hablar, escribir, leer y de razonar con números es fundamentalmente una responsabilidad del hemisferio izquierdo en muchas personas. Mientras que la capacidad para percibir y orientarse en el espacio, trabajar con tareas de geometría, elaboración de mapas mentales y la habilidad para rotar mentalmente formas o figuras son ejecutadas predominantemente por el hemisferio derecho. No nos queda más que comprometernos con nuestro el cerebro y acceder a sus reivindicaciones para atenderlo al menos tanto como a nuestro cuerpo. Vamos a necesitar muy pronto estar despejados y bien ínter conexionados para resolver los dilemas sociales y personales que nos esperan, entre ellos se me ocurre la opción de nuestro voto. Una maraña de informaciones, debates y críticas aparecen ya devorando todo criterio. No hay tiempo. Debemos comenzar ahora mismo si queremos que procese todo ello correctamente para llevarnos a ejecutar todavía mejor. Es la única garantía de futuro que podemos llevar con nosotros mismos.

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