Diario de León

EN EL FILO

Por un puñado de euros

Publicado por
FEDERICO ABASCAL
León

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SEGUÍAN ayer ilusionando a los medianamente pobres los 400 euros que había envidado Zapatero a Rajoy cuando salió el vicepresidente Solbes a explicar profesoralmente el asunto, y con tal claridad lo hizo que a algunos nos dejó cegados, es decir, temiendo que ese dinero nunca vamos a verlo junto en la mano. Tanta discusión electoral por un puñado de euros, que van a salir de nuestros bolsillos y a saber cuándo y cómo volverán a ellos, parece un ejercicio de puerilidad política. Pero también es pueril el ciudadano, por no defenderse de la lluvia torrencial de regalos que los políticos nos prometen. ¿Será verdad que las promesas electorales se las lleva el viento? Ensalzando su promesa de obsequiar con 400 euros a cada contribuyente, el presidente Zapatero hizo ayer una matización que a muchos ciudadanos les dejó el corazón encogido de pesadumbre. Tras anunciar que ese puñado de euros va a fomentar el crecimiento de la economía y a permitir la creación de 100.000 puestos de trabajo, añadió que «es un compromiso, no una promesa». La devaluación de la promesa quedaba registrada oficialmente. O es verdad que las promesas no comprometen a nadie, o lo que diga un político, para ser creíble, tendría que llevar un compromiso como estampilla. Solbes dijo que como habrá un remanente en el 2008, la cuantía (los 400 euros) se adelantará «tan pronto como sea posible». Pero la forma en que esa cuantía llegue al contribuyente parecía ayer más bien enrevesada, y no porque el vicepresidente ponga dificultades sino porque encauza el asunto por los canales del fisco, con sus tramos y sus porcentajes. Se empieza a tener la impresión de que ese dinero prometido y comprometido por Zapatero no va a tener color, es decir, no lo vamos a recibir directa y personalmente en esos bille tes de diez y veinte euros entre marrones y azulencos que tanto nos gustan sino, más bien, en reducciones o deducciones fiscales, que en teoría contable viene a ser lo mismo, pero que no es lo mismo en el disfrute. Debemos irnos acostumbrando, sin embargo, a que el dinero carezca de color. Los 400 euros deberían tenerlo, y sonar en el bolsillo como una millonésima de poder, pero el que se volatiliza en la especulación de los mercados sólo mide su vergonzosa existencia en el hueco inmenso que produce en el «haber» de la contabilidad financiera, como en el caso de la Société Générale. Y nosotros, en campaña electoral, viendo a los dos partidos mayores enredados en torno a un puñado de euros.

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