La edad y el tiempo

UN MÉDICO tan estricto como clarividente le dijo a Robert Louis Stevenson: «como siga usted llevando la vida que lleva morirá joven». El sublime narrador de historias, que ya había escrito las del doctor Jekyll y Mister Hyde y La isla del tesoro , le respondió: «Todos los hombres mueren jóvenes». Aquí se está por poco tiempo. El mundo es visto y no visto. Para colmo, muchas cosas no nos gustará verlas. Partiendo de la impuesta brevedad del plazo, que apenas nos permite darnos cuenta de cómo va esto, hay que lamentar que estemos discutiendo el calendario de los fetos. Algunos estiman que sólo los que hayan cumplido más de 28 semanas en el acogedor recinto materno puedan calificarse de seres humanos. Si tienen 29 ya sí. En algún sitio hay que establecer la frontera, pero, con todos los tratados de límites, resulta arduo. Un español egregio, Julián Marías, estimaba que los dos hechos más graves de nuestra época son el terrorismo organizado y la aceptación social del aborto. A mí la sola palabra me chirría, pero entiendo a quienes en uso de su libertad quieran traer o no traer a más gente al mundo. No sólo a las mujeres, que se ocupan del transporte, sino a los hombres. Se olvida con frecuencia su imprescindible colaboración. Nadie nos puede convencer de que es igual impedir que una semilla fructifique, que talar un árbol. No es igual cargarse a un señor de cuarenta y tantos años que a un feto. No hablen de asesinato. Don Joaquín, me cae muy mal (pongo un ejemplo) porque asa sardinas en su casa y me llega el olor. Desearía que no hubiera venido al mundo, pero ya que está aquí debo reprimir mis deseos de eliminarlo. Además no tengo coartada.