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Publicado por
HIGINIO MARTÍNEZ CRESPO
León

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DON BOSCO fue un genial educador que, en su afán por ayudar a los jóvenes a prepararse un futuro con las armas del estudio, de la formación profesional y de la adquisición de los valores humano-cristianos, concibió un método educativo que llamó «Sistema preventivo» que revolucionó la enseñanza, no solo de su tiempo, sino que ala autoevaluación de nuestros presupuestos y m aún en nuestros días son muchas las instituciones de enseñanza que se guían por sus principios. El Sistema Preventivo, en efecto, introduce un mediador entre el niño, niña o adolescente y la sociedad: un adulto que los prepare para la vida, ofreciéndoles una formación espiritual y profesional adecuadas. Esta mediación no es ni intelectual ni técnica; es, sobre todo, afectiva. Cuando el adolescente se siente querido por ese «mediador», crece y encuentra fuerzas para afrontar una sociedad dura y poco acogedora. Gracias a esta mediación podrá vencer su inseguridad, sus dudas, sus miedos y temores. La educación tiene hoy posibilidades de progresar y de dignificarse, atendiendo a los más desfavorecidos. El reto de la escuela son los «malos» alumnos. El reto de las familias es el hijo «difícil». El reto de la Iglesia son los jóvenes que no quieren saber nada de ella. Son jóvenes que no nos dejan regodearnos en la autosatisfacción y nos ayudan a descubrir los tesoros de nuestra paciencia, in genio y creatividad. Nos apremian, si sabemos, a la contemplación, a la autoevaluación de nuestros presupuestos vitales, de nuestra metodología y, en fin, en clave creyente, a la santidad. Nos exigen conversión. Creo que la mayoría de los docentes estamos convencidos hoy de que la educación tiene más de arte que de ciencia. Es más un «saber hacer» que un «saber» a secas. Don Bosco no era un teórico. Formaba a sus educadores desde la práctica y la realidad concreta. Con todo para responder a numerosas peticiones, redacta en 1876 un compendio de su sistema educativo. Son escasas páginas que no tienen nada de estudio científico, repleto de sesudos análisis y bonitas teorías. Explican simplemente lo que llama el Sistema Preventivo. Este método es el opuesto a la manera represiva de actuar. Para Don Bosco, descansa por entero en la razón, en la religión y en el afecto. Por consiguiente, excluye todo castigo violento y procura alejar aun los más suaves¿ Su práctica se apoya totalmente en las palabras de San Pablo: «La caridad es benigna y paciente; todo lo sufre, todo lo espera y lo soporta todo». El educador es como un padre amoroso: habla, sirve de guía, aconseja y corrige con toda amabilidad. El joven nunca se ve humillado. Se hace amigo. El educador trata de que lo quieran, no de que lo teman. «Que los jóvenes no solo sean amados, sino que sepan y sientan que se los quiere. Hay que romper la barrera del recelo, reemplazándola por la confianza». La educación mira al futuro con esperanza. «Juntos construiremos un mundo más justo y más fraterno. Yo confío en ti». Así hablaba a sus chicos. Don Bosco estaba convencido de que el ser humano no puede ser reducido a sus obras a secas: por encima de ellas, siempre está la persona, capaz de cambio y hasta de conversión. Y es que Don Bosco es un experto en humanidad. Es inteligente, conoce bien el corazón y, por eso, a pesar de los indicadores en contrario que observa en ocasiones, sabe que, al final, el bien vence al mal. Así, la confianza que Don Bosco deposita en los jóvenes no es más que un reflejo de su confianza en Dios, que puede cambiar los corazones. Por eso, el educador se obstina en afirmar que el cambio es posible y rechaza todo fatalismo. En el primer centro educativo de Don Bosco, en Valdocco, Turín, a veces los panecillos de la merienda estaban duros y secos. Por lo que bastantes niños y jóvenes se juntaban alrededor de las fuente del patio en la que reblandecían su pan. Cuando un educador se quejaba de que los chicos no le obedecían, Don Bosco le aconsejaba: «Vete a la fuente; si estás donde se juntan los muchachos, sabrás lo que les interesa, sus preocupaciones, sus deseos¿». Siguiendo a Don Bosco, el educador salesiano quiere valorar al joven. Sabemos cuántos problemas de delincuencia derivan de una mala imagen propia. Abrazar es manifestar afecto, como bendecir es decir algo bueno de alguien, o sea, apreciar; esta es la base de la pedagogía salesiana: sin afecto no hay confianza, sin confianza no puede haber educación. El educador salesiano sabe confiar en el grupo de jóvenes que está atendiendo para centrarse en el que acaba de llegar o encuentra dificultades para integrarse. Don Bosco fue apellidado por Juan Pablo II como Padre y Maestro de la Juventud, y con toda razón el entregó toda su vida, hasta el último aliento, por sus muchachos. «Me basta, les decía, que seáis jóvenes para que os quiera». No les exigía ningún otro título ni aval. Les hablaba al oído, como en una confidencia, les imponía las manos, como signo de dar seguridad, de que encontrarían siempre en él al padre, al amigo, al protector. Porque el joven no es capaz de afrontar las dificultades si no se siente suficientemente seguro. Es la misión de toda casa salesiana.