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EN POCAS PALABRAS LETRA PEQUEÑA

Obispos y elecciones Irritación

Publicado por
PEDRO VILLALAR
León

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LOS 23 miembros de la Comisión Permanente, bajo la presidencia de Ricardo Blázquez, concluyen hoy una reunión de tres días para analizar la situación social y política de España, principalmente en lo que concierne a la actual situación de las relaciones Iglesia-Estado, objeto de una fuerte polémica. Al parecer, algunos prelados no están de acuerdo con algunas de las «valoraciones políticas» que se hicieron por alguno de los intervinientes durante el acto litúrgico de las familias cristianas el pasado 30 de diciembre en Madrid, dando pie a que se intente desde algunos sectores identificar a la Iglesia, o a una mayoría de sus pastores, con un ideario político concreto de oposición al Gobierno, cuando «lo único que busca la Iglesia es la defensa del bien común, de la familia, de la vida, y de la educación en valores cristianos». La Iglesia tiene perfecto derecho -faltaría más- a opinar y a guiar a sus fieles; lo que no puede pretender es que la ley civil se pliegue a sus dogmas. HACE mucho tiempo que los españoles hemos perdido aquella ilusión ingenua de las primeras veces en las que, tras mucho tiempo de ayuno, fuimos reclamados a las urnas, a ejercer nuestra soberanía. Poco a poco, la democracia, al asentarse, se fue volviendo prosaica y aburrida. Y fue sin duda saludable aquella transformación hacia la madurez, que eliminaba tanto los últimos vestigios de las irrealizables utopías cuanto los postreros rescoldos de toda las propensiones revolucionarias. Pero aquel tedio, que es el que experimentan los ciudadanos de casi todos los regímenes de nuestro contexto, se ha vuelto aquí de un tiempo a esta parte una sensación muy parecida a la ira o, cuando menos, a la irritación. La proximidad de las consultas, siempre cuajada de las más ruidosas y vacuas controversias, nos aburre y nos abruma, y la mayoría de nosotros experimenta una sensación prepolítica, anterior a la serenidad que nos embargó cuando vimos cuajado el modelo de convivencia. Algo falla, en fin, en este régimen que nos inquieta y nos desazona cuando llega la hora de imponer nuestro criterio soberano.