Diario de León

HISTORIAS DEL REINO

Despoblación médica

Publicado por
MARGARITA TORRES
León

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RECIENTEMENTE, el Consejero de Sanidad Álvarez Guisasola presentó en Valladolid un estudio sobre las necesidades sanitarias de esta nuestra Comunidad: que si faltan médicos, que si se buscan especialistas, que si se ruega a los del MIR que MIR en hacia aquí y no se larguen, que si se ofrece puesto de alumno de Medicina a buen precio porque, payo, me lo quitan de las manos, anda mi mare. Faltan médicos, más aún especialistas, las listas de espera se asemejan a un partido de fútbol con prórroga, pues suelen tener dos tiempos, y vivimos inmersos en una triste sociedad que cuenta cada vez con más ancianos y menos niños, con más cerebros que huyen de Castilla y hasta de la reserva Comanche de León, con menos vacas lecheras, menos remolacha, menos carbón, más topillos, más Boecillos, menos competentes y más Clem¿ -perdón-, con más achaques por metro cuadrado y menos hijos de Hipócrates cohabitando el susodicho cuadrilátero. Afirmaba el griego padre de la Medicina que para que un cuerpo se mostrara rumboso tenía que equilibrar sus cuatro humores. A saber: la flema (agua), la bilis amarilla (fuego), la bilis negra (tierra) y la sangre que equivalía al aire. Cuando uno se pone pachucho es, según el sabio, porque se ha perdido el equilibrio. Podemos mantener la flema mientras se nos informa que existirá un déficit de casi 4.000 médicos en diez años (2008-2017) y que catorce especialidades, para entonces, serán deficitarias o muy deficitarias. Entre ellas baste mentar ginecología, pediatría, reumatología, traumatología o aparato digestivo. Vamos, que si queremos sobrevivir en la reserva, en la que el hombre blanco nos ha colocado, más nos vale adoptar pingüinos y enviar a parir a Madrid. Se sube la bilis amarilla cuando leemos que el señor Álvarez Guisasola nos propone ampliar un 65% las plazas de las facultades de Medicina de Salamanca y Valladolid y, sin embargo, cierra la posibilidad a León para disponer de su propio centro formativo en el que enseñar a esos potenciales doscientas licenciados más año que requiere la Comunidad. Negra tornará la bilis al entender que las plazas de MIR que se ofertan anualmente ni siquiera se cubren, al igual que las bajas de los que se jubilan. Vamos, que nos ha de costar sangre conseguir reemplazos suficientes para subsanar tanto déficit, pues, en estos diez años que ya han echado a correr, superarán los 65 más de mil doscientos especialistas y medio millar de médicos de familia. Sabido es que nuestros profesionales, entre los mejores de Europa, escuchan desde hace años cantos de sirena forrada en billetes que llegan de Portugal, de Inglaterra y a veces se dejan arrastrar por un mayor reconocimiento y prestigio y se fugan de este bendito país. A cambio, aquí nos arriban otros licenciados con una formación menos exigentes y que hablan otro idioma. Gracias al Padre Espíritu de la Pradera, la suerte que tenemos los indios del Oeste de la Comunidad, los leoneses, es que nuestros curanderos siempre han sabido cómo captar la voluntad de Manitú cuando el bisonte baila en la hoguera del hombre blanco al son del tambor. Jao.

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