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León

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EL VETERINARIO Francisco Rojo acaba de ingresar en la Real Academia de Medicina y Cirugía de Valladolid, y en marzo lo hará el médico Jesús Culebras. No se me ocurre mejor leonesismo que el de sus respectivas valías y logros. Con ambos tengo amistad, lo que me permite deducir, dado mi absoluto desconocimiento de las materias en las que ellos son eminencias, que saben cambiar de registro, cualidad esta característica en quienes la inteligencia no es sólo memoria de elefante. Ambos son hombres inquietos más allá de los extensos territorios de sus especialidades, certeros también con el bisturí de la palabra, uno no quisiera tenerlos como rivales dialécticos ni siquiera en una partida de parchís. Sin estridencias mediáticas ni autobombos de camarilla, tan sólo con sus logros profesionales, vienen desde hace años difundiendo la mejor imagen de León. Existe un urbanismo secreto, el de la inteligencia, con el que también se edifica el prestigio de las ciudades; en estos científicos tenemos eficaces constructores de nuestra valía colectiva, aquella que trasciende localismos o laureles de barrio. Su sentido del humor es otra señal más de su lucidez. Rojo fue contestado en su discurso de ingreso por Cordero del Campillo, y Culebras lo será por Carlos Vaquero. Si el veterinario habló sobre triquinelosis, el médico estomatólogo lo hará sobre Francis Moore, uno de los cirujanos más influyentes del siglo XX, a quien trajo de profesor visitante en 1980. No hay mayor fortuna que tener una vocación y servirla; todo lo demás, viene por añadidura. Culebras y Rojo han forjado sus trayectorias en el estudio y la investigación, compromiso que no dieron por saldado tras aprobar las oposiciones. Son un ejemplo para la juventud con inquietudes. Felicidades, maestros.