Diario de León

CONTRACORRIENTE

Sin novedad en el frente

Publicado por
MIGUEL PAZ CABANAS
León

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ALARMADO por la última soflama clerical contra las huestes rojas (ay, si los primeros cristianos levantaran la cabeza y vieran dónde ha llegado la jerarquía católica), me llega una carta con membrete oficial en la que se me emplaza, vestido con polainas, casaca y mosquetón, a «defender los señoríos de Babia de las aspiraciones anexionistas de los bárbaros astures», apelando a mi ascendencia babiana y, por el florido lenguaje del mensaje, a mi orgullo pastoril. Excusen la broma, pero es que a uno, que efectivamente es de madre y abuelos babianos, estos asuntos de las anexiones y las demandas territoriales le traen a la memoria tristes episodios históricos -como aquellos de Alsacia y los Sudetes, que tan mal acabaron- o le recuerdan las típicas disputas labriegas de lindes y mojones, que a menudo se resolvían a base de bastonazos. No seré yo el que discuta quién lleva la razón, pero cuando voy por Babia Alta acostumbro las más de las veces a darme un paseo por el Puerto de Somiedo, cuyo paisaje me parece igual de admirable, y cuando estoy en Asturias no pierdo la ocasión de invitar a mis amigos (que como buenos hijos de su tierra son tremendamente generosos) a que se dejen caer por el que, para mí, es el rincón que eligieron los dioses para practicar la ensoñación. Quizá, lo que debería preocupar a nuestras autoridades son otras cosas que les pasan extrañamente inadvertidas, como la barbarie perpetrada contra el patrimonio arquitectónico de la zona, tal como denunciaba en estas mismas páginas Emilio Gancedo. Ahí es nada ver esas construcciones de estilo tirolés que algún majadero pudiente pero con mal gusto ha levantado a su capricho (olvidando que Babia no es Austria), o las innumerables casas de bloques o piedra coronadas con una chapa de uralita. Eso sí que da verdadera grima, y nadie, de la Junta para abajo, hace nada por corregirlo. Pero ya sabemos que en política -y en religión- es más fácil enredarse en asuntos pomposos que solucionar, día a día, y humildemente, las miserias del mundo.

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