Diario de León
Publicado por
ANTONIO PÉREZ HENARES
León

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CUMPLIR la leyes, respetar las costumbres, aprender la lengua y pagar impuestos como todos los demás. Trabajar activamente para integrarse y regresar a su país si no encuentra empleo». Puro sentido común. ¿Quién puede contradecir esas mínimas reglas para los emigrantes que no sólo son de absoluta necesidad para la convivencia con los ciudadanos del país de acogida sino necesarias y positivas para que se conviertan en ciudadanos de pleno derecho pero, y también, de plenos deberes? Pero contra ello se ha desatado la tormenta. Hasta acusaciones de que son medidas de «extrema derecha» y «xenofobas». ¿Cumplir las leyes es de extrema derecha? ¿Pagar los impuestos es xenófobo? ¿Respetar las costumbres? Respetar no significa el estar obligado a asumirlas como propias, sino eso respetar las del país de acogida y de sus habitantes. Por ejemplo, que una muchacha vaya en minifalda por la calle sin que se la insulten. Las propias serán respetadas siempre y cuando, y por supuesto no violen las leyes españolas y los derechos humanos. Por ejemplo: ablación de clítoris o todo lo relativo a igualdad de derechos de las mujeres. Entonces ¿a qué viene tan monumental bronca y tales ataques?. Muy simple. No es por la propuesta sino por quien la ha realizado: Rajoy. Y como lo ha hecho el PP, es «facha». Pues no. Lo diga Agamenon o su porquero, lo propuesto por el PP, a falta de concreciones, es cada vez más necesario en España tanto para los derechos y tranquilidad de los españoles como para la integración, derechos y tranquilidad de los emigrantes. Lo otro, el buenismo, el paternalismo ante el emigrante, la violación de los derechos humanos, el no contemplar la necesaria correlación de derechos y deberes, la inanidad de las leyes, a lo que conduce es al guetho, a la marginación, al odio y hasta al racismo. El PSOE puede tildar de superflua la propuesta o aplicar los latiguillos de xenofobia al asunto, pero el problema es cada vez más sentido y sufrido por la población española, y sobre todo por sus capas más populares que son quienes coexisten, conviven, disfrutan o sufren la situación. Los «ricos» no tienen necesidad de ser xenófobos. A ellos los emigrantes les limpian la casa, les cuidan el jardín, les sirven la mesa o les planchan las camisas. Los discursos y las muy bienintencionadas expresiones de fraternidad se confrontan con la realidad y en este caso no es Rajoy quien está fuera de ella. Véase Francia. ¿Dónde fueron esos votos obreros tradicionales del PCF o del PSF, que se encontraron desamparados por una izquierda que se limitaba al discurso antirracista?. Marcharon a Le Pen y recientemente fueron claves en el triunfo de Sarkozy. ¿Se hicieron fachas los obreros comunistas franceses? No es esa la pregunta ni la respuesta.

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