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Publicado por
MIGUEL A .VARELA
León

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SI AHORA es febrero, esto debe ser la campaña, vienen a decir las páginas de los periódicos, los noticiarios televisivos, los informativos de radio... Y en campaña, las palabras las carga el diablo de la memoria, quedan atrapadas en las infernales hemerotecas y salen de su tumba cuando menos te lo esperas, como los muertos y el dinero, que son las dos cosas más difíciles de ocultar. Así, del sepulcro de las palabras de la campaña de las municipales de 2003 y de las generales de 2004 anda ahora paseándose como un zombi el cromo de un proyecto que pudo ser ilusionante, que tenía visos de pertinencia y difundía esperanza en una tierra siempre pendiente de los milagros. Es la viñeta de un proyecto que, a trancas y barrancas, se construye ahora con otras mimbres y diferentes expectativas, interesantes, no lo dudo, pero sobre el que siempre pesará como losa de camposanto la estampa coloreada de un monorraíl rodeando un lago bordeado de construcciones posmodernas. Aquel proyecto inicial de la Ciudad de la Energía planteaba, textualmente, que Ponferrada crecería «de manera sostenida desde el año 2005 al 2020 hasta alcanzar, aproximadamente, la cifra de los 100.000 habitantes». La iniciativa crearía «directa e indirectamente 8.500 puestos de trabajo netos en sectores innovadores y actividades complementarias» consiguiendo que «la tasa de paro en la ciudad» no superara «el 4%» y se equiparara «el desempleo masculino con el femenino». Seguramente es verdad que el papel, sustituido ahora por el Power Point, lo aguanta todo, pero los compromisos de campaña, aunque ya estemos acostumbrados a tomarlos como metáforas bienintencionadas, tienen la mala costumbre de volver como un bumerán que da en las narices del que lo arrojó con impericia.