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León

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ALFREDO Prada presenta hoy, en el Instituto Leonés de Cultura, el libro «Dos de mayo de 1808. El grito de una nación», de García Fuertes. Aunque no es tan conocido entre nosotros como merece, Prada es uno de los mejores políticos de esta tierra. Ejerce de leonés sin auto proclamaciones estridentes, pues su estilo es otro: la elegancia de la discreción, la eficacia sin ruido. Reconozco mi predilección por los políticos que saben ser combativos sin necesidad de caer en la descalificación o en la chulería. Prada es un caballero de la política, como lo son García Prieto, Alejo o Francisco Álvarez; o entre las mujeres, entre otras, Humildad Rodríguez, quien dice siempre lo que piensa sin descender al insulto. Podría citar más, pero no pretendo hacer un inventario. Se han auto impuesto que su vida pública se rija por la buena educación, y no sólo lo consiguen sino que ello les hace ser más eficaces, pues tienen credibilidad; la diferencia con otros estilos es que en el de ellos prima lo comedido, no como tibieza, sino como precisión. Quizá son menos mediáticos que otros compañeros, pues rara vez dan titulares sensacionalistas, pero no los buscan porque su intención es otra, entre ellas, la eficacia y la ejemplaridad. Prada ha desempeñado la mayor parte de su trayectoria en Madrid, como persona de confianza de Esperanza Aguirre, pero nunca ha dejado de regresar a su ciudad natal, pues vive arraigado a familia y raíces. Qué necesaria es la buena gente en política. Y ningún partido democrático tiene la exclusividad de este patrimonio. Porque, recalquémoslo para terminar, los valores personales también forman parte del currículo profesional de cada cual, aunque no figuren. Prada, señor de aquí, es buena gente.