AQUÍ Y AHORA
Por ser vos quien sois
ATENTO a la consigna de su partido para revitalizar, proteger y hacer respetar las costumbres españolas, Federico Trillo se encendió en un mitin para proclamar una versión del muy español «no sabe usted con quién está hablando». Se refería el ex ministro de Defensa a la reapertura del caso Yak-42 por la Audiencia Nacional cuando, desde la tribuna, pidió al Gobierno que diera «instrucciones públicas a la Fiscalía del Estado para perseguir a delincuentes y terroristas y no a sus colaboradores en el ministerio. ¡No estoy dispuesto!», remató entre aplausos. Ya sabemos de la incapacidad de algunos congéneres para mascar chicle y pensar al mismo tiempo. Pero la mayoría de los humanos y de las instituciones que nos hemos dado somos capaces de abordar simultáneamente problemas distintos. Por eso no es incompatible perseguir terroristas y respetar sus derechos, ni cuidar de la infancia sin olvidar a los ancianos, ni mirar al futuro sin olvidar cerrar asuntos que nos persiguen en el pasado. De Trillo y de su partido tenemos documentada su vocación de reclamar la responsabilidad política «in vigilando», de investigar sin fecha de caducidad hasta encontrar los autores intelectuales de cualquier tropelía, ya sean los GAL o los crímenes del 11M, de fabricar acusaciones sobre las que después se exige la carga de la prueba al acusado. Pero estos sofisticados mecanismos sólo los activan cuando se trata de los otros. El problema de Trillo es que esta gallardía sobrevenida para defender a los suyos no la demostró en la Comisión del Congreso que investigó el accidente, en donde descargó cualquier responsabilidad propia en la cadena de mando. El problema es que algunas de sus solemnes declaraciones sobre la impecable identificación de los cadáveres o sobre la ausencia de quejas por parte de los militares han sido desmentidas con el tiempo por los hechos demostrados. El problema, en fin, es que, cinco años después, quedan suficientes incógnitas como para que la Audiencia Nacional haya ordenado al juez Grande Marlaska reabrir un caso que cerró, en palabras del auto del tribunal, de manera «nefasta, injusta, incorrecta y precipitada».