EN POCAS PALABRAS LETRA PEQUEÑA
Campo Vidal parte como favorito ¿Hay que creer en las encuestas?
APENAS UNAS horas después de que se hiciera público que el PP había aceptado la invitación de la Academia de la Televisión para convocar a los dos líderes políticos en terreno neutral y con señal en abierto para todos los medios, comenzaba otra nueva batalla: no sólo ellos dan la cara en estos debates, y la del moderador podría, en ciertos casos, aportar rentabilidad en forma de prestigio profesional para la cadena con la que se relacione al periodista elegido. Hasta el momento, todo sitúa a Manuel Campo Vidal entre los favoritos para moderar uno de los dos debates que se celebrarán el 25 de febrero y el 3 de marzo. A su favor no sólo tiene el haber conseguido el consenso para que los españoles podamos asistir a dos cara a cara sino también su propio e indiscutible prestigio periodístico, su mucha experiencia televisiva y el hecho de que hace quince años moderó sin críticas el cara a cara entre Felipe González y José María Aznar. EL REVUELO que ha organizado la última encuesta sería inteligible si el CIS tuviera un dilatado currículo de aciertos en el pasado. Pero nada hay más lejos de la realidad. En efecto, por limitar el análisis a las tres anteriores elecciones generales, en 1996, cuando efectivamente ganó el PP por estrechísimo margen, el CIS había pronosticado una victoria holgada del PP nada menos que por 6,9 puntos. En el 2000, cuando el PP logró mayoría absoluta gracias a una ventaja de 10,36 puntos sobre el PSOE, entonces en sus horas más bajas, el CIS había predicho que el PP seguiría gobernando con mayoría relativa ya que apenas vencía al PSOE por cinco puntos. Y en el 2004, cuando Zapatero ganó contra todos los pronósticos las elecciones, el CIS había presagiado una victoria cómoda de Rajoy nada menos que por 6,7 puntos. Nada hay que reprochar por otra parte al CIS, que cumple cabalmente con su obligación de gestionar una ciencia en absoluto exacta como es la sociología aplicada. Pero tampoco tiene sentido solemnizar sus anuncios como si los hubiera hecho un oráculo avezado e infalible.