EL RINCÓN
Morir negando
PEDIRLE a un candidato que su alma esté tan impoluta como su túnica es excesivo a todas luces, por muchos focos que tenga encima. Para llegar a serlo ha tenido que saltarse, con los pies juntos y más o menos airosamente, a muchos compañeros de partido y chapotear en el barro siempre salpica. No hace falta, aunque no estorbe, para ser un buen gobernante. Ya Ortega apuntó la teoría de que la honestidad, sin negar que sea una virtud, es un atributo menor en un hombre de Estado. ¡Que Dios nos dé a Julio César, o a Churchill para no ir tan lejos, aunque tuvieran flancos débiles! Exigirle a un candidato acrisolada conducta doméstica equivale a exigirle a un gran legislador que tenga buena letra. Llevaba bastante bien su campaña John McCain con vistas a las elecciones presidenciales que EEUU celebrará en noviembre, pero todo se ha tambaleado al aparecer un lío de faldas. El senador por Arizona es bastante pureta, pero se le atribuye una agradable relación con una rubia esbelta y sonriente, unos 30 años más joven que él. El hombre ha hecho lo único aconsejable en estos casos: morir negando. También se ha retratado junto a su señora esposa, que también es rubia, pero sonríe menos que la otra. ¿Puede arruinarse una carrera por una cosa así? El presunto adulterio amenaza con quitarle de en medio cuando estaba en lo más alto, aunque no parece que tuviera pinta de ganador absoluto. Según los analistas, el que se perfila como huésped de la Casa Blanca es Obama, que es negro, pero no sinceramente negro. Un experimento curioso. Ojala no le descubran un ligue con un ligue con una negra, con una rubia o con una a cuadros.