AQUÍ Y AHORA
Epitafio para un enemigo público
UNA de las características de nuestro tiempo consiste en no mirar a la cara al enemigo, en negarse a nombrarlo. Ocurrió con ETA como ocurre con el yihadismo. Osama Bin Laden hizo caer las torres de Manhattan y hubo periodistas que dijeron que eso les pasaba a los Estados Unidos por construir edificios tan altos. En definitiva, nos resistimos a aceptar que en la experiencia humana de ayer, de hoy y de mañana existe una realidad que es el enemigo, los enemigos. Hace unos días, un coche-bomba acababa con uno de los hombres que más sabía de bombas y coches-bombas: Imad Mugniyah, el terrorista jefe de la Hizbolah y uno de los fundadores del terrorismo islamista. Sus patronos eran el régimen genocida sirio y la teocracia iraní. Su objetivo a corto plazo, la destrucción de la convivencia en el Líbano. A largo plazo, tejía una de las redes terroristas más temibles del mundo globalizado. Los servicios de inteligencia de Europa, Estados Unidos e Israel llevaban treinta años buscándole. Se disponían de pocas fotografías de Mugniyah, escasas declaraciones, casi ninguna aparición pública. Cambiaba de aspecto constantemente, como cada una de sus citas tenía lugar en una casa distinta. Aparecía y desaparecía como un fantasma con un rastro de sangre. De joven tuvo las simpatías de Arafat, de quien fue guardaespaldas en Beirut. De Beirut pasó a Sudán donde hizo la amistad con Osama Bin Laden. Ha sido el más grande artífice de la destrucción de Beirut, el aliado eficaz de Bin Laden, el enemigo a muerte de Israel. Inicialmente, los expertos casi nunca vincularon a Mugniyah con Al Qaeda hasta que aparecieron las primeras pistas de su posible conexión con el macro-atentado del 11-S. Desde entonces, los datos de la estrecha vinculación han ido abundando. Beirut fue convirtiéndose en un objetivo de preferencia. La primera fase consistía en obligar a los Estados Unidos a retirarse del Líbano. Mugniyah urdió el pavoroso atentado contra el cuartel de los marines en Beirut en 1983. Hubo 241 muertos. Ahora la pregunta es dónde y cómo va a vengarse la Hizbolah por el asesinato de Mugniyah.