Mal asunto

CUENTAN que un obispo africano viajaba en un bimotor, de un punto a otro del continente, y que falló uno de los motores. El piloto y el copiloto lograron controlar la situación, pero al cabo de unos minutos comenzó a petardear el otro motor, deteniéndose durante algunos segundos. El piloto le recomendó a su compañero que se lo comunicara al obispo, y el copiloto le explicó lo siguiente: -Monseñor, se ha estropeado uno de los motores, y estamos viajando con el otro, pero éste también ha empezado a fallar. Si se detiene, estamos en las manos de Dios. El obispo contempló con fijeza a su interlocutor, volvió la cabeza hacia la ventanilla, y comentó con mucha sensatez: -Mal asunto. El vicepresidente económico, Pedro Solbes, ha apuntado la posibilidad de que algunas hipotecas de vivienda puedan ampliarse con no demasiado costo para el hipotecado. No hay que discurrir demasiado para llegar a la conclusión de que este es un mal asunto. Si la economía particular llega a la desastrosa situación de no poder hacer frente a los pagos del plazo de la hipoteca es que la situación se acerca a la catástrofe, y por muchas medidas que se tomen es algo así como cuando el agricultor pierde la cosecha por el pedrisco o las inundaciones, y se declara la región donde ha ocurrido zona catastrófica: mal asunto. Porque los bancos pueden conceder ayudas suplementarios a bajo interés, pero el resultado final es un endeudamiento mayor, aunque sea a más largo plazo. Los bancos conceden con alegre celeridad -concedían- préstamos hipotecarios, porque el bien garante tiene un valor superior a la cantidad prestada, y porque puede faltar comida, pero no faltará dinero para el plazo de la hipoteca. Pero los bancos no quieren convertirse en inmobiliarias. Y ya han comentado entre ellos... mal asunto.