Diario de León
León

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LEO EN UNA VIEJA entrevista a Crémer una interesante reflexión sobre sus intenciones como columnista: «a mí lo que me interesa es criticar la cosa, el ordenamiento, no criticar a las personas». En definitiva, ir a los cimientos. Asumo tal declaración de principios, a mí tampoco me interesa tanto criticar al candidato Fulano o al candidato Zutano como ahondar en todo aquello que la política no alcanza, aunque debiera. ¿Qué le ocurre a esta actividad, qué enfermedad rara padece para quedarse siempre en un quiero y no puedo en las grandes cuestiones del hombre? Unos y otros desean salvarnos, pero se equivocan de naufragio. Quizá esperamos de ella más de lo que en el mejor de los casos puede darnos: gestión. Se nos ha quedado en hermana pobre de otros saberes más complejos y profundos, en isla a la deriva, cada vez más alejada de su continente, y lo que es peor, de los grandes contenidos. Salvo excepciones muy concretas, en los políticos falta un compromiso real con lo humano, no digamos ya con lo espiritual o con la compasión; aunque quien esto escribe no puede señalar culpables ni, lo que es peor, soluciones. Incluso en aquellos a quienes conoces personalmente y aprecias su labor percibes que lo mejor de sí mismos apenas logra ser expresado. Las carencias de la política son de fondo y de superficie, impotencia para trascenderse, para elevarse por encima del quítate tú para ponerme yo, o del aquí me quedo; y sobra inquina, maquinación, maldad. Tampoco descarto que todo lo dicho sólo sean ingenuidades y los compromisos elevados no sean de su competencia. El poder, tenerlo o buscarlo¿ ¿en eso consiste la democracia? Pero a nadie deben resultar indiferentes los resultados electorales, pues nos afectarán. Pobre política, política pobre.

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