EN BLANCO
¡Socorro, debate!
SI EL TIEMPO no lo impide, los señores Rajoy y Zapatero tratarán hoy de buscar el punto al votante y avivar la batalla de la opinión pública, mientras los indefensos espectadores seguimos el pugilato de las ideas mecidos por el llamado éxtasis de las zapatillas. Los debates electorales son una suerte de mercadillo de ideas en el que, echando un par de bolitas al asunto, nuestros estadistas exponen sus puntos de vista con respecto a la próxima cita ante las urnas. El primer choque de colosos no defraudó las expectativas, al consagrar a don Mariano como el hombre que se hace cargo de todo, después de dejar a su rival como pasto para los grajos. Hubo propuestas de Zapatero que no estuvieron mal, como la de prohibir esos falsos Papas Noel escaladores que trepan por las ventanas en Navidad. O incluir en el código penal cualquier proyecto televisivo que lleve la firma de José Luis Moreno, algo que lleva reclamando Amnistía Internacional desde hace años. Porque, ¿a quién le importan las leyes sociales o los matrimonios a lo Pompadour? Digan lo que digan las encuestas, su solvencia intelectual con respecto a Rajoy es igual que comparar una linterna con el sol. ¡Vaya majestad dialéctica la del líder de la oposición! Es cierto que llevaba una chaqueta que ya estaba pasada de moda en la época de las catacumbas, y que tampoco sabe lo que es un bono-bus, pero su oscilante mirada adquirió un tinte de grandeza cuando nos habló del cambio climático, ofreciendo plantar quinientos millones de árboles, ¡y todos por su propia mano! Si se fatiga, completaría tan ardua tarea esa niña suya que habla inglés y se pasea por las urbes más cosmopolitas bailando jotas, semejando ser una Marujita Díaz imperial. ¡Qué emoción! La vida tendría que ser una eterna campaña electoral.