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TRIBUNA

¿Hacemos del próximo 9-M un referéndum?

Publicado por
JOSÉ LUIS GAVILANES LASO
León

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Si Dios QUIERE y la autoridad no lo impide, el próximo 9 de marzo llegarán los votos a las urnas como a los tejados las golondrinas sus nidos a posar. Se habrá acabado, por fin, esta subasta-feria de ganados y perdidos. ¿Y qué haremos los leoneses de León, Zamora y Salamanca? Como leonés (León), de madre zamorana (Villamor de los Escuderos), padre salmantino (Salamanca) y abuelos bercianos (Columbrianos), no entraré en esa batalla, como no entraron mis antepasados en la de las Navas de Tolosa. Se me ocurre una opción, tan legítima, más osada y consecuente con el corazón y la razón: el voto nulo. Sería el resultado de anteponer a una simple apuesta partidista una respuesta reivindicativa. Las dos fuerzas políticas mayoritarias de gobierno y oposición, además de desacuerdo total y conducta cómico, taurina y musical, en muchos casos repudiable, han estado excepcionalmente unidas para negarnos a los leoneses nuestro derecho a vertebrarnos comunitariamente mediante referéndum. La aprobación de la última reforma del Estatuto de la Comunidad de Castilla y León en el Senado fue algo tan grotesco, que será lo último que se me borre de la memoria cuando me alcancen las brumas del olvido. Han transcurrido 25 años más que suficientes para comprobar que la configuración de la comunidad de Castilla y León, impuesta de modo arbitrario y antidemocrático, está económica y socialmente desequilibrada. Aún ignoramos cuál es su modelo territorial y desconocemos el proyecto común de crecimiento y desarrollo. Ávila y Segovia son ya más satélites del monstruo madrileño que otra cosa; Valladolid-Burgos-Palencia es eje sobre el que gira el principal núcleo industrial; Soria acuesta buena parte de su territorio en Aragón, Navarra o La Rioja; mientras Zamora y Salamanca son los parientes pobres, junto a León, al que desde Valladolid se considera a todos los efectos más como rival que como hermano y conviene buscarle las cosquillas con carantoñas a la comarca del Bierzo. En las actuales circunstancias, una hipotética comunidad conformada por León, Zamora y Salamanca estaría todavía entre las regiones menesterosas de la Unión Europea, debido a su despoblación y renta per capita. Situación a la que ha llevado o, siendo más justos, no ha sabido sacar del marasmo, la actual administración autonómica. Ahora tenemos los leoneses una oportunidad de oro para poder expresar lo que siempre se nos ha negado y se nos seguirá negando: cómo deseamos articularnos comunitariamente dentro del Estado. La cosa es muy sencilla, consistirá en utilizar cualquier papeleta y escribir sobre ella «autonomía leonesa». Que quienes lo hagan no se lamenten por no poder intervenir en la pugna maniquea, a la que machaconamente se nos incita, votando a Rajoy o a Zapatero. La pugna por el poder está tan igualada que nuestro voto no variará un ápice respecto a la victoria de uno u otro candidato a La Moncloa. En cambio, sí sería más efectivo comprobar que, contrariamente al escrutinio general, en las circunscripciones de León, Zamora y Salamanca el porcentaje de votos nulos podría alcanzar un número muy superior al resto de las circunscripciones nacionales. Lo que supondría una llamada de atención a la clase política y un antecedente muy a tener en cuenta en la aconsejable y pronta reforma de la Constitución. En el texto actual sólo se abrió la puerta a la libre configuración del mapa autonómico nacional. Una de las posibles novedades del próximo ha de ser el portazo que lo cierre definitivamente. Será la última oportunidad que tendremos los leoneses desafectos para modificar la actual configuración autonómica. Pero previamente habrá que demostrar esos deseos de cambio. Repetidas veces los hemos manifestado civilizadamente por las calles sin ningún resultado positivo, fuera de ser noticia pintoresca en los telediarios. Y también hemos depositado esos deseos en un partido político. Debido a discordias internas y a la interposición de intereses personales, desgraciadamente ese partido hoy sólo representa una parte del sentimiento popular reivindicativo. Para los leoneses Villalar es sólo una concurrencia ilusoria y festivalera. Le falta soporte espiritual, pulso emocional. Carece de alma. Ni tiene raigambre afectiva, ni es resorte que nos consiga elevar anímicamente para un proyecto común. No tenemos dudas que una comunidad geográficamente más reducida, más fiel y conforme a su historia y a su cultura aunque pedagógicamente se oculte, desprecie o manipule se sentiría más unida, tendría la conciencia comunitaria que hoy no tiene, sería más fácil de gobernar y proporcionaría mejores logros en la cuenta de resultados sociales y económicos. En contraposición, se fortalecerían las administraciones locales y provinciales a la hora de gestionar las distintas competencias. Ya hablaríamos luego de cómo mejorar democráticamente esas administraciones para evitar escándalos contables como los de los Ayuntamientos de León, Salamanca y Villablino. Democracia quiere decir mayor implicación y protagonismo del ciudadano integrado en asociaciones vecinales y comarcales, frente a la esclerosis de considerarlo probo tipo sumiso y alienado camino de la urna cada par de permutas de calendario. En materia de infraestructuras, por ejemplo, ¿alguien duda que si desde el primer momento hubiera habido una comunidad leonesa de tres provincias la Ruta de la Plata estaría por hacer? ¿O no serían ya una realidad de años los engarces autoviales con Portugal a través de Ciudad Rodrigo, Alcañices, y la León-Bragança, de la que tanto se habla últimamente? También resultaría menos complicado resolver el deterioro progresivo de la sanidad. O el de la justicia. O el agroganadero, con el que, topillos aparte, se pone de manifiesto una vez más la incapacidad de la administración para revertir el beneficio sobre el productor y el consumidor y no en el bolsillo de los intermediarios. Como respuesta a todos estos y otros problemas, oí recientemente en televisión al señor Herrera o herrese un discurso retórico que se podría haber prolongado hasta el día del juicio final sin decir absolutamente nada. Y ya nos duelen los oídos de seguir oyendo la misma cantinela, mientras los problemas no se solucionan y prácticamente lo único que crece es el déficit democrático y el superávit visceral. Lo dicho, autonomía para León, a través de un nítido voto nulo. No será la panacea, pero sí una empresa que vale la pena intentar y a la cual invito a todos los leoneses a compartir. ¿Hacemos, pues, del 9-M un referéndum? Pues, por mí, hace.