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Publicado por
PEDRO VICENTE
León

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DENTRO de ese auténtico guirigay, casi pandemonium, en que se convierten las campañas electorales sabido es que la capacidad de los candidatos para retorcer la realidad y arrimar el ascua a su sardina no tiene límites. Lejos de constituir el arte de lo posible, la política degenera en un ejercicio de impostura en el que, si es preciso, se niega la evidencia con pasmosa naturalidad. Y no hablo ya de las famosas verdades a medias -de las que han abusado Zapatero y Rajoy en su confrontación televisiva- sino de las patrañas más descaradas. Lo peor de todo es que unos y otros se acusan mutuamente de mentir sobre asuntos sobre el papel objetivables, sin que el ciudadano consiga saber quién es el que miente, si es que es sólo una parte, y no las dos, la que falta a la verdad. La semana pasada nos referíamos aquí a la situación creada en torno a la aplicación (mejor, la no aplicación) de la Ley de Dependencia, sin duda el ejemplo más lacerante. Una vez descontado el cabreo que supone ver insultada groseramente tu inteligencia, hay que reconocer que la capacidad de prestidigitación política también tiene su mérito. No es lo del conejo en la chistera, es que te descuidas un momento, bajas la guardia y cuando quieres darte cuenta, por arte de birlibirloque, te han vendido un crecepelo. Particularmente asombrosa es la destreza de algunos para defender la misma cosa y la contraria saliendo del trance dejando a todos igual de satisfechos. Es ésta una pirueta solamente al alcance de los mejor dotados. Una variante de lo anterior se produce cuando se juega con propuestas que en unos territorios suenan a música celestial al tiempo que en otros chirrían de forma estridente. Ejercicios sobre el alambre propios de los hermanos Bordini ha tenido que hacer Mariano Rajoy para dar a entender en Valencia, Murcia y Almería que defiende el trasvase del Ebro sin poder decirlo expresamente, dado el rechazo que ello suscita en Aragón. Mismamente servidor sigue sin tener nada claro si el PP defiende dicho trasvase, aunque se malicia que sí, más que nada por el gran volumen de hormigón (ya se sabe la gran fuerza seductora del hormigón) necesario para transportar el agua del Ebro hasta Levante. Menos mal que Rajoy se ha ocupado de garantizar que con él habrá agua para todos, afirmación compatible, confío, con aquel grito de ¡Viva el vino! que lanzó un día en Castilla-La Mancha contra aquel conato de Ley de la ministra Salgado. Ejemplo cercano de funambulismo político es el que vienen practicando aquí PP y PSOE para que la línea Sama-Velilla -tan beneficiosa para Asturias como nefasta para León- no les pase factura en las urnas. Ante el desmarque de Morano y compañía posicionándose en contra del proyecto, los socialistas se han visto obligados a buscar una vía de escape consistente en crear la expectativa de que es posible modificar el trazado. Si dije que lo del PP leonés era un mero brindis al sol, lo del eventual trazado alternativo tiene todas las trazas de ser la típica maniobra para ganar tiempo hasta pasar el trago electoral. El tupido velo extendido sobre el particular en los mitines de Zapatero y Rajoy resulta más que significativo.

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