TRIBUNA
Impotencia, vergüenza e indignación
Y continúan cayendo como moscas¿ ¡qué horror! En sólo una jornada fueron asesinadas cuatro mujeres, a manos de sus parejas. ¡Y van...! ¡Qué hacen nuestros políticos? ¿Y la Justicia? ¿Y la sociedad? Comencemos por esta última: la sociedad. He sentido vergüenza, impotencia e indignación al comprobar, esta misma semana, que en Barcelona una manifestación contra el maltrato a los animales ha sido un éxito de participación. ¡Enhorabuena y que cunda el ejemplo! Cuando por culpa de esa lacra social mal llamada violencia de género, mueren cuatro mujeres a manos de unos asesinos amparados por las leyes en este país, resulta que nadie sale a la calle a manifestarse. ¡Total, sólo se trata de animales racionales! Cuando se convocan manifestaciones, concentraciones o cualquier otra actividad por las asociaciones de víctimas de agresiones sexuales, los asistentes son siempre las mismas: ellas mismas, sus familiares, no todos, y cuatro más. ¡Qué vergüenza! Encima se habla del grave problema en todos los medios de comunicación, todos se atreven a opinar y muy pocos colaboran. Las noticias de las asociaciones de este tipo y sus concentraciones tienen poco eco en los medios y por ello aparecen, como mucho, en fotografías a dos columnas y un pie de foto. Todo lo contrario ocurre cuando, como el pasado 26 de Febrero, mueren cuatro mujeres, cuatro personas. La noticia ocupa las primeras páginas de la prensa, se dedican páginas enteras al tema, se abren informativos en radios y televisiones. Si en lugar de cuatro fueran asesinadas ocho el mismo día, la atención informativa sería mayor. ¡Qué impotencia! Y la Justicia, ¿dónde está? Como dicen en mi tierra, en Babia: la ley siempre protege al agresor, en este caso, y a los delincuentes en general. ¿Quién protege a las víctimas y sus hijos? Nadie, y por si fuese poco, la propia justicia les complica la vida entre papeleos inútiles y otras historias de psicólogos, médicos, etcétera. ¿Para qué sirven las órdenes de alejamiento? Para nada mientras la vigilancia sea nula, como es, por mucho teléfono móvil, GPS y otros cuentos que se pongan a disposición de las víctimas. Aquí no ocurre como en las películas, con una policía que resuelve los casos y llega a tiempo de evitar un asesinato. Si pese a la orden de alejamiento el agresor quiere, y así está demostrado, se acerca a la víctima, la mata y a ella no le sirve de nada el GPS, teléfono móvil, ni otras historias. ¿Para qué leyes y justicia? Sólo para decir que existen, pero las víctimas, una a una, pasan por el campo santo, donde dicho sea de paso, afortunadamente descansan. ¿Y sus hijos? Ellos so los grandes olvidados de las leyes y la sociedad. ¿Para que existe la figura del Defensor del menor? Para nada en absoluto, si no llamen a los teléfonos que se ofrecen. Nadie protege a los menores en el caso de violencia de género, todo lo contrario. No importa que el agresor tenga una orden de alejamiento y esté a la espera de un juicio por malos tratos. La Justicia se lo pone en bandeja a los agresores. Les da régimen de visita a sus hijos, sin esperar a que exista un fallo antes por malo tratos. Nada tiene que ver un juicio por malos tratos, con orden de alejamiento, con el derecho del menor a ver su progenitor, dice la ley, aunque el menor no quiere ni verlo. ¡Qué impotencia! Y encima, o primero que hacen en sus visitas es preguntar por la madre, dónde trabaja y dónde vive. Y eso que tiene una orden de alejamiento. ¡Qué país y qué Justicia! Y los políticos, ¿qué hacen? Sólo piensan en los votos y ganar elecciones. Son todos iguales. Mucho sacar adelante leyes de igualdad, de dependencia, bodas, y en el tema de la violencia de género poco hacen, al menos hasta el momento, porque todo lo legislado sobre el tema, en lugar de solucionar, aumenta el número de víctimas. Mientras ellos van bien seguros por las calles, siempre escoltados, continúan muriendo mujeres a manos de sus parejas. En el debate entre Zapatero y Rajoy volví a sentir indignación, impotencia y vergüenza de tener estos políticos que quieren gobernarnos y no aportan soluciones. ¡Qué digo! Es que ni se acuerdan de las víctimas de violencia de género. Dan más votos otros colectivos que también son dignos de ayuda. Y encima alardean de los millones de euros de superávit en los Presupuesto Generales del Estado. Señor Rodríguez Zapatero, mejor se lo gastaba en solucionar problemas como el de la violencia de género. ¿O es que las instituciones públicas, ayuntamientos, diputaciones, gobiernos autónomos, etcétera, están para ahorrar en los presupuestos públicos, como si de un vulgar negocio se tratase? Que yo sepa, las instituciones están para solucionar problemas, aunque tengan que endeudarse. ¿Cuántos ayuntamientos en España gastan más de lo que recaudan? Casi todos, ¿o no? Pues, señor Rodríguez Zapatero, no se vanaglorie de ahorrar y gaste en bienestar público, que se trata de nuestros impuestos, de nuestro dinero no del estado. Soy un abuelo que, por culpa de la violencia de género, ha tenido que abandonar su tierra, para acompañar a mi hija y mi nieta en su exilio. A pesar de no estar casada, ha sido víctima de un desalmado agresor que, con violencia física y peor aún, psicológica, ha destrozado a una mujer y a su propia hija. Hemos tenido que marcharnos de una provincia del norte de España para que mi hija viviese. Hemos levantado nuestra casa. Abandonado nuestra vida de siempre para, poniendo agua de por medio, intentar solucionar el problema. Mi hija tuvo que abandonar un trabajo en el que llevaba once años para salvarse ella y su hija y la Justicia no la ampara. Llevamos año y medio, en Las Palmas de Gran Canaria y todavía no ha salido el juicio de los malos tratos, tampoco el de privación de la patria potestad, pero si se ha celebrado el provisional de régimen de visitas y otros cuatro por denuncias que puso el padre por no ver a su hija cada quince días, como estaba estipulado. Además, en el juicio del régimen de visitas, la jueza, sí, sí, una mujer, falla a su favor del padre, para que la madre maltratada tenga que abonarle, al agresor, la mitad del desplazamiento hasta Las Palmas, en las visitas a la niña. ¡Increíble! Más todavía, porque existe una sentencia, anterior, por la que el padre debe pagar 150 euros mensuales y, desde hace cuatro años, no la paga. A él no le pasa nada por no pagar, a mi hija sí. Total, él nunca ha trabajado, ni trabaja, no tiene nómina ni nada y mi hija continúa trabajando aquí, para sacar adelante a su niña. Ella sí tiene de donde le pueden deducir los viajes de este sinvergüenza para que venga a Las Palmas. Por si fuese poco, también tiene derecho a llevarse a la menor en los periodos vacacionales. Si no trabaja y no tiene casa, ¿de qué va a vivir mi nieta ese mes largo? ¡Qué Justicia es esta! Realmente no me extraña que continúen muriendo mujeres a manos de sus ex parejas.